HOMILIA DOMINGO DE RAMOS
Queridos hijos e hijas de
Dios,
La belleza de lo que hemos
escuchado y contemplado, nos salva. Estamos en unos días donde quisiera proponeros
que cuando participemos de los actos litúrgicos, cuando recemos en familia o
individualmente, miremos de descubrir la belleza de lo que contemplamos o rezamos.
Decía Urs Von Balthasar, gran
teólogo del siglo XX: “La belleza salvará
el mundo”. Cada vez veo más claro que es así. Nuestra sociedad consumista,
materialista, egoísta, individualista, relativista no la salvará hablar de la
ley de Dios, ni de las obligaciones morales, ni poner a la gente delante de su
incoherencia,... La salvará la belleza de la Buena Nueva, y la Buena Nueva es
Cristo.
Seducidos por la belleza de Cristo,
seducidos por la belleza del Dios hecho hombre, seducidos por la belleza de su
mensaje, seducidos por la belleza de sus gestos (lavar los pies), seducidos por
la belleza de su promesa, seducidos por
la belleza de su entrega, de su amor, nos convertiremos. La belleza nos llevará
a la conversión.
Pero, la belleza, para que nos
impacte, hace falta que sea contemplada.
Centrémonos en el relato de
la pasión que hoy hemos leído.
Cómo no quedar seducidos por
la belleza de un Dios que ama hasta el extremo, hasta dar la vida. Cómo no
quedar seducidos ante un Dios que ha querido manifestar su amor de la manera más
clara y palpable posible.
Pongo un ejemplo: un chico coge
el metro, veinticinco minutos de metro, a la salida espera a su novia, para
acompañarla siete minutos en el trayecto que a pie hace del metro a su casa.
Está de exámenes y no hay tiempo para más. ¡¡El chico marcha contento!! ¿Por los
siete minutos que ha pasado con ella? ¡¡No!! Marcha contento porque ha podido
manifestar su amor. Ha perdido una hora y media de su tiempo para estar siete
minutos con la muchacha. Ha manifestado su amor claramente...
Jesús con la muerte en cruz,
ha querido manifestar su amor de una
manera clarísima, incontestable. No podía hacer nada más grande, ni más claro. No
podemos dudar de este amor. Cómo no quedar seducidos por un amor tan
palpablemente manifestado...
Seguimos contemplando. Cómo
no quedar seducidos por la belleza del Cristo, perdonando a sus verdugos. Jesús
perdonando a aquellos que le están pegando, escupiendo, flagelando, crucificando...
Todos hemos hecho experiencia
de lo que nos cuesta perdonar... Cómo no quedar seducidos ante uno que dice
desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”...
Podríamos seguir contemplando
otros aspectos de la belleza del Cristo. Lo haremos los próximos días. Ahora quisiera
manifestar que esta belleza que contemplamos se traduce en la belleza de vidas
cristificadas. La belleza de Cristo produce belleza en nuestras vidas.
Pongo dos ejemplos que viví
este jueves. El primero, en el despacho parroquial, vino una persona a encargar
una misa de acción de gracias. Estuvimos un buen rato hablando y me explicaba cómo
Dios le había ayudado, cómo Dios le ayudaba cada día, y, de vez en cuando, se emocionaba
hasta dejar caer alguna lágrima, al recordar lo que Dios había hecho por él.
La belleza de la fe.
El segundo hecho me pasó también
el jueves. Fui a la Mutua de Terrassa para ver a un amigo que con cuarenta y
seis años tiene un tumor en la cabeza y está en coma. Ahora ya está en el cielo.
Cuando llegué estaba su madre, su mujer
y dos hermanos. No había lloros, ni angustias, ni desesperación. Había fe. La
belleza de una fe que da paz y esperanza en momentos donde nadie podría entender
que los hubiera.
Roguemos un poco más en estos
días. Descubramos la belleza de Cristo y que esta ilumine nuestras vidas. Amén.
Frances Jordana
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