AMOR, LO ÚNICO QUE IMPORTA
· Será para
ustedes un memorial. Estas palabras, si la liturgia nos las presenta
hoy, si se cumplen hoy en el Sacramento de la Eucaristía, entonces cabe que nos
preguntemos si efectivamente hacemos memoria de este día. Cada domingo
repetimos las palabras del mismo Jesús “haced esto en memoria mía”. Pero, ¿se
trata sólo de hacer memoria? ¿Se trata solamente de un bello recuerdo de lo que
hizo Jesús con sus apóstoles? ¿O hay algo más? De hecho San Pablo afirma que
cada vez que comemos este pan y bebemos de este cáliz proclamamos la muerte del
Señor hasta que vuelva. Lo que hacemos no es la representación de un hecho
pasado, sino que proclamamos la actualidad de un sacramento que nos pone en
situación de “espera”; esperamos al Señor hasta que vuelva.
· Eucaristía
y vida eterna. ¿Por qué celebrar la Eucaristía? ¿Por qué recurrir al
sacerdocio? ¿Por qué ser buenos? ¿Por qué hacer obras de caridad? En el fondo,
¿para qué ser cristianos? Ninguna de estas preguntas encontraría una respuesta,
sino estuviéramos esperando algo. Vivimos en actitud de “espera”; y si no es
así, entonces hay algo que no encaja, hay una incoherencia profunda, porque lo
que hacemos no tiene sentido. ¿Para qué hacer todas estas cosas si ellas no
conducen a nada? ¿Sólo para hacer memoria? San Pablo nos da una clave: cada vez
que lo hacemos proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva. He allí el
sentido de todo: de nuestro ser personas, de haber sido bautizados, de buscar
ser buenos cristianos: Cristo ha de venir, aún para los que no lo esperan, ha
de venir inexorablemente, tarde o temprano, aunque lo más probable es que
muramos antes y nos encontremos con él ya. ¿Hacemos memoria de esto?
· El amor es
lo único que importa. El juicio final será un juicio sobre el amor,
decía San Agustín. Seremos examinados en el amor. Tal vez por esto el último
testamento de Jesús fue el gesto del lavatorio de los pies, y por ello su
última exhortación fue: “lo que he hecho con ustedes, háganlo ustedes también”.
Si nuestra vida no está centrada en el amor y no gira en torno al amor,
entonces nuestra vida está a la deriva, aunque nos sintamos seguros y contentos
con lo que tenemos. Pero el amor, que se hace concreto privilegiadamente en el
servicio al prójimo, en los actos de generosidad y de perdón, en las obras de
caridad, se debe en primer lugar a Dios. Y he ahí el sentido de cualquier acto
religioso; he ahí también el sentido de cualquier acto moral. Se trata de vivir
el primero de los mandamientos, ante todo; y de él deriva claramente el
segundo.
El arte de predicar
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A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad