HOMILIA II DE T.P. (FRANCESC JORDANA)
Queridos hijos e hijas de Dios,
La presencia del cirio pascual,
tan bellamente decorado, de la pila bautismal, de las flores, los cantos
alegres, quieren manifestar la alegría de la Pascua, quieren manifestar la
belleza de la fe.
Estos días, mi oración personal
de la tarde, me gusta hacerla no en la capilla del Santísimo, sino aquí, delante
del altar mayor. Y cada elemento decorativo (cirio, pila bautismal, flores)
inspira en mí la oración, el diálogo, con Dios.
Los tiempos litúrgicos son un
antídoto para que nuestra oración no llegue a ser nunca aburrida. Nos ofrece
cada tiempo litúrgico, diferentes elementos a rezar y profundizar.
Hoy celebramos el domingo de
la divina misericordia, y lo hacemos en el Año Santo de la Misericordia. Por
tanto, tendremos que hablar de misericordia. No sé si lo he dicho alguna vez,
pero, si me repito en esto no pasa nada. La definición etimológica de misericordia,
es “dejar entrar la miseria del otro en nuestro corazón”. Por tanto, el primero
que es misericordioso es nuestro Padre. Dios deja entrar en su corazón nuestra
mísera situación a causa del pecado y esto, le mueve a actuar: redención.
El lema del Año Santo de la
Misericordia es “Misericordiosos como el
Padre”. Por tanto, también nosotros llamados a dejar entrar la miseria del
otro en nuestro corazón y actuar, como nuestro
Padre. Vale la pena leer parte del nº 1 y 2, del documento del Papa Francisco Misericordiae
Vultus:
“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe
cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva,
visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret... Jesús de Nazaret con su
palabra, con sus gestos y con toda su
persona revela la misericordia de Dios.
Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es
fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.
Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.
Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada
persona...
Si Dios está en nosotros, la
misericordia está en nosotros, y ésta se convierte en criterio de actuación. ¿Es
así? El deseo de Dios hacia nosotros es que toda reacción nuestra venga
suscitada por la misericordia, por Dios que habita en nosotros. Un ejemplo parecido
de lo que decimos...
Hoy Jesús nos dice, tres veces;
“Paz a vosotros”. Cuando contemplamos
la escena, cuando la rezamos, cuando dirigimos a nosotros esta palabra, cómo no
quedar llenos de su paz, y, entonces, será más fácil que nuestras reacciones vengan suscitadas desde
la paz.
Si como decía el Papa, la palabra
que mejor revela el misterio de la Santísima Trinidad, es la misericordia, bien
haríamos en nuestra oración personal situarnos, a veces, no ya ante Dios, sino ante
la Misericordia. Nos puede ayudar a ir descubriendo cada vez más la profundidad
y las implicaciones de este misterio.
Cómo no quedar seducidos por
la belleza de un Dios que se nos manifiesta como misericordia. ¡¡Que tenemos dudas
de fe!! como Tomás, no pasa nada. Es habitual. Nuestro obispo en la Visita
Pastoral decía a nuestros adolescentes y jóvenes: “Si tenéis dudas, no os
espantéis, es normal tenerlas”. Todos pasamos por épocas de dudas. Es muy
legítima la duda, pero, hemos de mirar de salir de ella, no de vivir instalado
en la duda. Esto ya no sería tan legítimo, que es lo que hacen los agnósticos...
¡¡La misericordia contemplada desvela nuestras
dudas!!
Que esta eucaristía haga crecer
en nosotros la experiencia de un Dios misericordioso.
Francesc Jordana
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