EL AMOR DE LA VIRGEN MARIA
Hagan por María e imaginen cuanto puede hacer el más fino
amante para expresar su amor a la persona amada, que no llegarán a amarla como
ella los ama. "Señora mía -dice san Pedro Damiano-, ya sé que eres
amabilísima y nos amas con amor insuperable". Sé, señora mía, venía a
decir, que nos amas con tal amor que no se deja vencer por ningún otro amor.
Estaba una vez san Alonso Rodríguez a los pies de una imagen de María y
sintiéndose inflamado de amor hacia la santísima Virgen, rompió a decir:
"Madre mía amantísima, ya sé que me amas, pero no me amas tanto como yo a
ti". Pero María, como sintiéndose herida en punto de amor, le respondió
desde la imagen: "¿Qué dices, Alonso, qué dices? ¡Cuánto más grande es el
amor que te tengo que el que tú me tienes. No hay tanta distancia del cielo a
la tierra como de mi amor al tuyo".
También somos hijos muy queridos de María porque le hemos
costado excesivos dolores. Las madres aman más a los hijos por los que más
cuidados y sufrimientos han tenido para conservarles la vida. Nosotros somos
esos hijos por los cuales María, para obtenernos la vida de la gracia, ha
tenido que sufrir el martirio de ofrecer la vida de su amado Jesús, aceptando,
por nuestro amor, el verlo morir a fuerza de tormentos. Por esta sublime
inmolación de María, nosotros hemos nacido a la vida de la gracia de Dios. Por
eso somos los hijos muy queridos de su corazón, porque le hemos costado
excesivos dolores. Así como del amor del eterno Padre hacia los hombres, al
entregar a la muerte por nosotros a su mismo Hijo, está escrito: "Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su propio Hijo" (Jn 3,16), así ahora
-dice san Buenaventura- se puede decir de María. "Así nos amó María, que
nos entregó a su propio Hijo".
Razón tiene san Buenaventura al exclamar:
"¡Bienaventurados los corazones que aman a María! ¡Bienaventurados los que
la sirven fielmente!" iDichosos los que tienen la fortuna de ser fieles
servidores y amantes de esta Madre llena de amor! Sí, porque la reina,
agradecida más que nadie, no se deja superar por el amor de sus devotos. María,
imitando en esto a nuestro amorosísimo redentor Jesucristo, con sus beneficios
y favores, devuelve centuplicado su amor a quien la ama. Exclamaré con el
enamorado san Anselmo: "¡Que desfallezca mi corazón en constante amor a
ti! ¡Que se derrita mi alma!" Arda siempre por ti mi corazón y se consuma
del todo en tu amor el alma mía, mi amado salvador Jesús y mi amada madre
María. Y ya que sin vuestra gracia no puedo amaros, concededme, Jesús y María,
por vuestros méritos, que no por los míos, que os ame cuanto merecéis. Dios
mío, enamorado de los hombres, has podido morir por tus enemigos, ¿y vas a
negar a quien te lo pide la gracia de amarte y amar a tu Madre santísima?
Fruto del amor a la Virgen María en nuestra casa de
Caldes, gracias a todos los que lo habeis hecho posible.
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