CUANDO UN HOMBRE SE VE POR LOS SUELOS
«Levántate»: es la invitación que el Señor le hace a Saulo, caído
en tierra en el camino hacia Damasco, y a Ananías, enviado a bautizar al
perseguidor convertido.
«Levántate y
vete», dijo el Papa, es una invitación también para cada uno de nosotros,
porque un cristiano «debe estar de pie y con la cabeza erguida», mientras que
«un hombre con el corazón cerrado es un hombre que está por los suelos». Con
una meditación sobre el pasaje bíblico de la conversión de Saulo, tomado de los
Hechos de los apóstoles (9, 1-20), en la misa celebrada en Santa Marta el
viernes 15 de abril Francisco volvió a hablar de la importancia de la docilidad
a la acción del Espíritu Santo y a reflexionar «sobre la actitud de las
personas que tienen el corazón cerrado, el corazón duro, el corazón soberbio».
La liturgia del jueves 14 había puesto de relieve «cómo tanto el
apóstol Felipe como el ministro de la reina tenían un corazón abierto a la voz
del Espíritu». El viernes de la tercera semana de Pascua, en cambio, nos invita
a confrontarnos con la historia de Saulo, «historia de un hombre que deja que
Dios le cambie el corazón: la transformación de un hombre de corazón cerrado,
duro, torcido, en un hombre de corazón dócil al Espíritu Santo».
Saulo, explicó el Pontífice, «estuvo presente en el martirio de
Esteban» y «estuvo de acuerdo». Era «un hombre joven, fuerte, valiente, celoso
de su fe, pero con el corazón cerrado»: en efecto, no sólo «no quería escuchar
hablar de Jesucristo» sino que fue más allá y comenzó «a perseguir a los cristianos».
Por ello, seguro de sí mismo, pidió el permiso para «hacer lo mismo» en
Damasco.
Mientras iba de camino, continuó el Papa resumiendo el episodio,
«de repente le rodeó una luz venida del cielo», y «al caer en tierra oyó una
voz». Precisamente él, «Saulo el fuerte, el seguro, estaba caído por tierra»,
mostrando así a todos «la imagen de un hombre con el corazón cerrado», o bien
«un hombre caído en tierra». Y allí en lo bajo, continuó Francisco, él
«comprende su verdad; comprende que no era un hombre como lo quería Dios,
porque Dios nos ha creado, a todos nosotros, para estar de pie, con la cabeza
erguida».
Ante esta situación el Señor pronuncia «una palabra clave, la
misma que había dicho a Felipe para darle la misión de ir al encuentro del
prosélito etíope: “¡Tú, levántate y ponte en camino!”. No sólo, también a
Saulo, hombre seguro, que lo sabía todo, se le dice: «Entra en la ciudad y se
te dirá lo que debes hacer». Como si se le dijese: «Tú aún debes aprender». Una
humillación. Y no era todo.
Al levantarse, Saulo «se dio cuenta de que estaba ciego» y es así
que «se dejó llevar de la mano». Precisamente aquí, acotó el Papa, «el corazón
comenzó a abrirse», obligado a ser llevado de la mano hacia Damasco. «Este
hombre había caído en tierra» y «comprendió inmediatamente que tenía que
aceptar esta humillación». Al respecto el Pontífice explicó que «la
humillación» es «precisamente el camino para abrir el corazón». En efecto,
«cuando el Señor nos envía humillaciones o permite que lleguen las
humillaciones, es precisamente para esto: para que se abra el corazón, para que
sea dócil» y «se convierta al Señor Jesús».
El relato se desplaza luego a la figura de Ananías. También a él
el Señor le dice: «Levántate y vete... Vete». Así, el discípulo «fue, entró en
la casa, le impuso las manos y le dijo: “Saúl, hermano, me ha enviado a ti el
Señor Jesús.... para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”».
Una frase que contiene un detalle fundamental: «el protagonista de estas
historias —hizo notar Francisco— no son ni los doctores de la Ley, ni Esteban,
ni Felipe, ni el eunuco, ni Saulo... es el Espíritu Santo. Protagonista de la
Iglesia es el Espíritu Santo que conduce el pueblo de Dios».
En este punto, en los Hechos de los apóstoles se lee que a Saúl le
«cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue
bautizado»: su «dureza de corazón», con el paso de la humillación, se había
convertido en «docilidad al Espíritu Santo». Él, «que se creía ser quien tenía
la verdad y perseguía a los cristianos, recibe la gracia del Señor de ver y
comprender su verdad: “¡Tú eres un hombre caído en tierra y debes
levantarte!”».
Es una lección para todos: «es hermoso —dijo el Papa— ver cómo el
Señor es capaz de cambiar el corazón y hacer que un corazón duro y terco se
convierta en un corazón dócil al Espíritu». Es necesario, añadió, que «no
olvidemos aquellas palabras clave». Sobre todo: «Levántate», porque «un
cristiano debe estar en pie y con la cabeza erguida». También: «Vete», porque
«un cristiano debe ir, no permanecer cerrado en sí mismo». En conclusión:
«Déjate guiar», así como Pablo, que «se dejó guiar como un niño; confió en las
manos de otro, que no conocía». En todo esto, explicó el Pontífice, está «la
obra del Espíritu Santo».
Este mensaje es para todos, porque todos «tenemos durezas en el
corazón»: quien «no las tiene», añadió el Papa, «que, por favor, levante la
mano». Por ello, sugirió Francisco, «pidamos al Señor que nos haga ver que
estas durezas nos tiran por tierra; que nos dé la gracia y también —si fuese
necesario— las humillaciones para no permanecer caídos en tierra y levantarnos,
con la dignidad con la que nos ha creado Dios, y, también, la gracia de un
corazón abierto y dócil al Espíritu Santo».
PAPA FRANCISCO
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 16, viernes 22 de abril de 2016
Comentarios
Publicar un comentario
A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad