Puerta necesaria para llegar a Dios
María,
Madre de la Iglesia
es un título gratísimo para honrar e invocar a María. Debe, pues,
llenar de consuelo el corazón de los hijos fieles de la Iglesia,
porque saben que en ella no existe orfandad para nadie. La
Iglesia que soy, yo y todos, tiene una Madre:
de Jesús. El corazón cristiano no puede por menos de estar imbuido
de un amor convencido a María, Madre de Dios y Madre amorosa de
todos nosotros.
Por
gracia de Dios y por obra del Espíritu Santo, el seno virginal de
María ha sido fecundo como el de ninguna otra mujer: ha engendrado y
dado a luz al mismo Hijo de Dios hecho carne humana en ella. El
seno y el corazón de María ha sido la puerta por la que Dios ha
entrado en este mundo por nosotros y por nuestra salvación, y se
ha hecho uno de nosotros.
María
ha sido insustituible. El seno y el corazón de María han de ser
también para nosotros, los hijos de la Iglesia , la puerta que nos
introduce en el conocimiento y en el amor del Hijo, y por tanto
también de vez más es evidente que no se es verdaderamente
cristiano, si no se es fervientemente mariano.
Gregorio
Rodríguez, cpcr
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