EN COMUNION CON EL SINODO



Obispos de todo el mundo están reunidos en Roma con Benedicto XVI hasta el día 28 de octubre, llamados a reflexionar a los retos del anuncio de la fe, que no es proselitismo, en el mundo en mutación que es el nuestro de hoy.
Esto nos concierne. Y podemos interesarnos rezando a lo largo de estos dias para que el Espiritu Santo, que conduce la Iglesia desde los comienzos, inspire a nuestros obispos y prepare nuestros corazones a anunciar el Evangelio, necesidad que se impone a cada uno.
También podemos leer atentamente el documento preparatorio al Sinodo que podeis encontrar en el siguiente enlace http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20110202_lineamenta-xiii-assembly_sp.html 
 
Os compartimos algunos extractos:
« La Iglesia, que anuncia y transmite la fe, imita el modo de actuar del mismo Dios, el cual se manifiesta a la humanidad ofreciendo el Hijo, vive en la comunión trinitaria, infunde el Espíritu Santo para comunicarse con la humanidad. Para que la evangelización sea eco de esta comunicación divina, la Iglesia debe dejarse plasmar por la acción del Espíritu y conformarse a Cristo crucificado, el cual revela al mundo el rostro del amor y de la comunión de Dios. De este modo descubre su vocación de Ecclesia mater que engendra hijos para el Señor, transmitiendo la fe, enseñando el amor que genera y nutre a los hijos.
En el corazón del anuncio está Jesucristo, en el cual se cree y del cual se da testimonio. Transmitir la fe significa esencialmente transmitir las Escrituras, principalmente el Evangelio, que permiten conocer a Jesús, el Señor.

Precisamente el Papa Pablo VI, lanzando nuevamente la prioridad de la evangelización, recordaba a todos los fieles: «No sería inútil que cada cristiano y cada evangelizador examinasen en profundidad, a través de la oración, este pensamiento: los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza – lo que San Pablo llamaba avergonzarse del Evangelio –, o por ideas falsas omitimos anunciarlo?».

La pregunta, con la cual concluye Evangelii nuntiandi, suena a nuestros oídos y nos ayuda a colocarnos inmediatamente en el corazón del tema, que en el presente texto deseamos afrontar: la absoluta centralidad de la tarea evangelizadora para la Iglesia de hoy.
Verificar la experiencia vivida, nuestra actitud respecto a la evangelización, es útil a nivel funcional, para mejorar aspectos prácticos de nuestras actividades y nuestras estrategias de anuncio.
Dicha verificación, más profundamente, es el camino para interrogarnos hoy sobre la calidad de nuestra fe, sobre nuestro modo de sentirnos y ser cristianos, discípulos de Jesucristo invitados a anunciarlo al mundo, a ser testigos que, imbuidos del Espíritu Santo (cf. Lc 24, 49 s; Hch 1, 8), están llamados a convertir a los hombres de todas las naciones en discípulos(cf. Mt 28, 19 s).

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