Levantar la Cruz de Jesucristo crucificado


Nuestro ejercitante y muy querido amigo Francesc Martinez Porcell ha publicado esta semana en Forum libertas un articulo sobre La ‘Creu alçada’, una tradición arraigada en Cataluña y que está presente en muchas parroquias a lo largo y ancho de esta comunidad autónoma, tanto en grandes ciudades como pueblos, tanto del litoral como del interior.

   La cruz -nos dice San Pablo- es escándalo y necedad para muchos. En palabras del Papa en la audiencia general del 29 de octubre de 2008 nos lo recuerda: “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles" (1 Cor 1,18-23).” Un San Pablo que pasó de perseguir cristianos a ser Apóstol de los Gentiles. Un San Pablo que en Atenas predicó el Evangelio desde el altar pagano al dios desconocido. Un San Pablo que en Roma no vaciló en reivindicar sus derechos políticos de ciudadanía romana.

   Los tres relatos evangélicos conocidos como Sinópticos (Evangelio sólo hay uno), los de San Mateo, San Marcos y San Lucas, refieren el voluntariado forzoso de un hombre del campo conocido entre la vecindad de Jerusalén que regresaba de trabajar. Se llamaba Simón, oriundo de Cirene. Lo conocemos todos como el Cirineo.


   Supongo que a él, como nos pasaría a todos, no le haría mucha gracia, cansado de su jornada laboral y ante la mirada de sus convecinos, verse obligado a coger el madero transversal de un reo al que iban a ajusticiar. El madero lo llevaba siempre el reo a sus espaldas. Nuestro Señor Jesucristo, lacerado por la Flagelación no podía llevar esta carga. Llevó la cruz hasta el Gólgota. “A la orden de” la autoridad militar romana un hombre del pueblo judío cumplió este menester. San Lucas, médico de profesión, nos precisa: “Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevase en pos de Jesús” (Lc 23, 26).

   El reo llevaba el madero transversal a sus espaldas sujeto su pie derecho en el sitio del ajusticiamiento, prácticamente sin recorrido. El camino que recorrió Jesús fue distinto. Cargó con la cruz –el palo vertical- desde el Pretorio hasta el Gólgota atravesando el mercadillo de las calles de Jerusalén ayudado por Simón. Es el recorrido que conocemos como Vía Crucis. En la devoción privada o comunitaria del Vía Crucis meditamos este recorrido y al mismo tiempo rezamos el Padre Nuestro. Meditamos la Pasión de Cristo en 14 estaciones con la mirada puesta en la Resurrección.

   Se trata de una devoción penitencial para los 365 días del año, particularmente recomendada por la Iglesia para el tiempo litúrgico cuaresmal.



  En Catalunya, a principios del siglo XX o tal vez finales del XIX, se inició un hábito parroquial. En el rezo del Vía Crucis acompañar esta devoción de contrición, plegaria y piedad popular con una imagen de Cristo Crucificado de tamaño real. Un grupo de hombres por relevos llevan lo que en el argot llamamos “Creu alçada” (Cruz alzada). Aunque requiere un cierto esfuerzo físico, ésta (la cruz) con un peso superior a los 40 kilos (entre 40 y 60 normalmente) se mantiene vertical, parada o en movimiento andando, dentro y fuera del templo, gracias al equilibrio de quien la lleva en cada momento descansada en un recipiente de cuero a modo de vaso (“el got”) y a un principio de la física que distribuye dos fuerzas vectoriales en sentido opuesto (la imagen y la cruz) en el punto exacto de su equilibrio. Con dedicación y perseverancia en este cometido, algunos antes y otros más tarde, se consigue la maravilla del equilibrio en personas fieles y/o contritas que no son deportistas federados.


   Els cossos de portants (los cuerpos de portantes) están presentes en muchas parroquias a lo largo y ancho de Catalunya, tanto en grandes ciudades como pueblos, tanto del litoral como del interior. Hasta incluso se desarrolló una Pía Unión, con sus estatutos y su reglamento que estableció y establece el modo de proceder al levantamiento, los cambios entre portantes, el descenso de la imagen y la distribución ordenada con el cometido concreto de cada uno a lo largo de las catorce estaciones. Terminamos con el canto del Credo y la veneración de la imagen por parte de los fieles congregados.

   He formado parte -y aún sigo en él- del Cuerpo de Portantes de la antigua parroquia de Sant Cugat del Rec, actualmente parroquia y Cuerpo integrado en la Basílica de Santa María del Mar de Barcelona. Nació en 1917. Simultáneamente, he formado parte -con los Cardenales Jubany y Carles- del Cuerpo de Portantes de la S.I. Catedral de Barcelona, pensado inicialmente para los portantes de las distintas parroquias diocesanas.


   Os refiero a todas y a todos tres experiencias vividas por mí.

   A) Cada año, el Viernes Santo nos deteníamos ante un balcón del barrio de la Ribera. Una persona a la que nunca vimos ni supimos quién era cantaba desde el interior de su domicilio una preciosa saeta… hasta que llegó el año en que suponemos la cantaría desde el cielo.

   B) Viernes Santo. Explanada de la Catedral. Ya me ha tocado el turno. Detrás de la Cruz, el cardenal Ricard Maria Carles. Se acercan dos mozalbetes en su monopatín. A mi lado el más alto le pregunta al más joven. ¿Quién es éste? El otro responde: creo que es un tal Cristo que lo mataron. Se quedan los dos unos momentos reflexivos en silencio… y continúan con su patinaje en día festivo.

  C) Domingo de Ramos por la tarde. Nos piden un refuerzo en la Basílica de la Merced. En la segunda estación entran en el templo una pareja hombre y mujer cada uno con su casco de moto en la mano. Empiezan a llorar los dos y siguen todas las estaciones andando y llorando de cara a la cruz hasta el final del Vía Crucis.



   Ser cirineo en este ministerio laical es levantar la cruz para que, desde ella, Jesús hable al corazón de las personas que le dejen mirar por Él, que se dejen interpelar por Él. Hacerlo nosotros los portantes evitando protagonismos desde la indiferencia notable de personas que pasean por la calle o que entran en el templo de visita. Hacerlo para edificación de la Fe del Pueblo de Dios congregado, sin cuantificarlo ni juzgarlo, y que acude al templo a rezar el Vía Crucis, de un Pueblo de Dios que el Viernes Santo no se corta en dar testimonio público por la calle de su militancia cristiana.

   Para ser cirineo en este ministerio sólo se precisa hacer el ofrecimiento a cualquier edad y ser constante a lo largo de los años en este cometido apostólico. Yo empecé con 17 años. Se aprende en un ensayo previo cuando por primera vez quién levanta la cruz es uno mismo. Se es portante ante los demás portantes cuando al término de este primer ensayo recibes una especie de “bautismo”: alguien te rompe en la cabeza un cirio viejo inservible localizado en algún rincón de la sacristía.

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