Hacer más brillante la imagen de Dios

   Tampoco esta semana tendremos catequesis del Papa sobre la oracion. No dejemos de rogar por todos aquellos que han acogido con corazon abierto su mensaje en Cuba y en Méjico, y también por todos aquellos que se han mostrado hostiles. 
    Os compartimos un extracto de la ultima catequesis del P. Cantalamesa a la Curia romana el viérnes pasado. Como veréis tiene buenas aplicaciones cuaresmales. 
    "Ven, vuelve a ti y mira; y si todavía no te ves bello, imita al autor de una estatua que debe quedar hermosa: aquél en parte escalpela, en parte aplana; aquí suaviza, allí refina, hasta que le haya dado un bello rostro a la estatua. Del mismo modo, también tú quita lo superfluo, endereza lo torcido, y, a fuerza de purificar lo que es oscuro, has que se vuelva brillante y no dejes de fustigar a la estatua hasta que el esplendor divino de la virtud brille delante de ti" dice San Basilio.

   Si la escultura, como decía Leonardo da Vinci, es el arte de la elevación, el filósofo tiene razón para comparar la purificación y la santidad a la escultura. Para los cristianos no se trata de llegar a una belleza abstracta, de construir una hermosa estatua, sino de descubrir y hacer más brillante la imagen de Dios que el pecado tiende constantemente a cubrir.
   La historia cuenta que un día Miguel Ángel, caminando en un patio de Florencia vio un bloque de mármol en bruto cubierto de polvo y barro. Se detuvo de repente a verlo, y entonces, como iluminado por un relámpago, dijo a los presentes: "En esta masa de piedra se esconde un ángel: ¡lo voy a sacar!" Y comenzó a trabajar con un cincel para dar forma al ángel que había visto. Así también somos nosotros. Todavía somos masas de piedra en bruto, con una gran cantidad de "tierra" encima y tantos pedazos inútiles. Dios Padre nos mira y dice: "¡En este pedazo de piedra se oculta la imagen de mi Hijo; quiero sacarlo hacia afuera, para que brille por siempre conmigo en el cielo!" Y para hacer esto usa el cincel de la cruz, nos poda (cf. Jn. 15,2).
   Los más generosos no sólo soportan los golpes del cincel, que vienen de fuera, sino también colaboran, en lo que se les concede, imponiéndose pequeñas, o grandes, mortificaciones voluntarias y quiebran su vieja voluntad. Decía un padre del desierto: "Si queremos ser completamente liberados, aprendamos a quebrantar nuestra voluntad, y así, poco a poco, con la ayuda de Dios, avanzaremos y llegaremos a la plena liberación de las pasiones. Es posible romper diez veces la propia voluntad en un tiempo brevísimo y le digo cómo. Uno está caminando y ve algo; su pensamiento le dice: ‘¡Mira allí!’, pero él responde a su pensamiento: ‘¡No, no lo veo!’, y quiebra la voluntad".
   Este antiguo padre tiene otros ejemplos tomados de la vida monástica. Si se está hablando mal de alguien, tal vez del superior; tu hombre viejo te dice: "Participa también tú, dí lo que sabes. Pero tú respondes: "¡No!". Y mortificas al hombre viejo... Pero no es difícil ampliar la lista con otros actos de renuncia, propios del estado en que se vive y del oficio que se cubre.
    Mientras se viva consintiendo los deseos de la carne, nos parecemos a los dos famosos "Bronces de Riace", cuando fueron desenterrados del fondo del mar, todos cubiertos de escamas y apenas reconocibles como figuras humanas. Si queremos brillar también nosotros, como estas dos obras maestras después de su restauración, la Cuaresma es el momento oportuno para poner manos a la obra.

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