APOSTANDO POR EL MATRIMONIO
Hace unos días escuché en un programa de
radio, en relación a unas estadísticas sobre separaciones matrimoniales, como
se hablaba de la separación a la ligera. Algo que personalmente me dolió, y es que no hay mayor dolor, cuando se habla
de personas que además se han visto unidas por un vínculo al que un día se
comprometieron libremente, que decidan separarse. Cuando se habla de la
separación, una gran parte de nuestra
sociedad y todo lo que la rodea, trata de que temas tan importantes se
banalicen, y acaben por ver la separación como una liberación, olvidando que
tras cada separación habría que hacer un duelo por la pérdida afectiva que esta
conlleva.
Además, cuando hablamos de separación, una
idea de base que nos persigue es que, cuando algo nos va mal en la pareja, es
solo culpa y responsabilidad de uno de los dos. Esto es debido a un pensamiento
lineal, olvidando un punto de vista relacional mucho más amplio y multicausal.
No quiere decir que quizá haya una patología en uno de los cónyuges, pero habrá que ver cómo está siendo tratada
esta y cómo afecta a la relación. Por lo
que directamente, una patología no lleva
a la separación.
Por lo anteriormente comentado, surge lo
que en terapia de pareja se denomina como movimiento de rotación. Un miembro de
la pareja se queda “quieto” esperando que el otro le haga feliz. Cuando de
todos es sabido que la colaboración en la pareja es piedra fundamental para que
esta vaya adelante. Es importante pues, que ambos miembros de la pareja tengan
su propia identidad. Al igual que la relación de pareja también tiene que
tenerla. Hay que favorecer sus límites internos, como por ejemplo: cuidar los
momentos de comunicación con la pareja, compartir tareas, etc;
y cuidar sus límites externos, por ejemplo: no criticar a mi pareja en público,
manejar el tema del tiempo personal de cada uno, etc.
Aunque también es cierto, que si se tienen
que separar, tienen que definir por qué tienen que hacerlo, para así actuar
desde la realidad y no desde los propios pensamientos que rondan por nuestra
cabeza, y que si no los contrastamos, quizás podamos meter la pata en nuestras
decisiones más personales, como es el caso de decidir si quiero separarme.
Actuar así es lo que nos aleja de la fantasía de separación: “Las cosas irán
mejor”. Y es que a veces nuestro mismo discurso nos engaña, metiéndonos en una
espiral negativa, en donde nos podemos pasar la vida diciéndonos que no somos
felices por culpa de los demás. Sin embargo, en el matrimonio ambos son los que
se comprometieron y por las causas que fueren, han dejado de cuidar ese
compromiso. Una vez más se cruza la fina línea divisoria entre lo que es bueno
para mí y lo que es bueno para el otro; y las prioridades a veces derivan hacia
un camino individualista en donde el proyecto del nosotros queda totalmente
cerrado.
Es cierto que todo matrimonio a lo largo
de su vida afronta situaciones límite, y crisis. En estás, es fácil caer en
actitudes y comportamientos que hacen que la relación entre ambos sea
conflictiva, en donde no hay espacio para la sensibilidad, para la empatía, y
así se va creando entre ambos un abismo de rencor e indiferencia. Esto es lo
que sucede en el guión de la película
Prueba de fuego. Que desde estas líneas recomiendo
a todo matrimonio. Es una película realizada y llevada a nuestras pantallas por
personas que creen que, a pesar de los comportamientos y actitudes de signo
negativo entre los cónyuges, hay que confiar en las personas; comprobando que
el dolor y la desesperanza que puede vivir una pareja con conflictos conyugales
pueden superarlos y redescubrir de nuevo el tesoro de su vida matrimonial.
Apostar por el otro es promocionar nuestro producto estrella, es la mejor
campaña de marketing para obtener los mejores resultados, la estabilidad y la
renovación del compromiso matrimonial.
Mª. del Carmen González Rivas
Comentarios
Publicar un comentario
A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad