PARA SER SENCILLOS
La sencillez es una de las principales manifestaciones de la
infancia espiritual. Es el resultado de haber quedado inermes ante Dios, como
el niño ante su padre, de quien depende y en quien confía. Delante de Dios no
cabe el aparentar o el disimular los defectos o los errores que hayamos
cometido, y también hemos de ser sencillos al abrir nuestra alma en la
dirección espiritual personal, manifestando lo bueno, lo malo y lo dudoso que
haya en nuestra vida.
Somos sencillos cuando mantenemos una recta intención en el
amor al Señor. Esto nos lleva a buscar siempre y en todo el bien de Dios y de
las almas, con voluntad fuerte y decidida. Si se busca a Dios, el alma no se
enreda ni se complica inútilmente por dentro; no busca lo extraordinario; hace
lo que debe, y procura hacerlo bien, de cara a Él. Habla con claridad: no se
expresa con medias verdades, ni anda continuamente con restricciones mentales.
No es ingenuo, pero tampoco suspicaz; es prudente, pero no receloso.
«Por este camino llegarás, amigo mío, a una gran intimidad
con el Señor: aprenderás a llamar a Jesús por su nombre y a amar mucho el
recogimiento. La disipación, la frivolidad, la superficialidad y la tibieza
desaparecerán de tu vida. Serás amigo de Dios: y en tu recogimiento, en tu
intimidad, gozarás al considerar aquellas frases de la Escritura: Loquebatur
Deus ad Moysem facie ad faciem, sicut solet loqui homo ad amicum suum. Dios
hablaba a Moisés cara a cara, como suele hablar un hombre con su amigo» (Mt 10, 16).
Oración que se expresa a lo largo del día en actos de amor y de desagravio, en
acciones de gracias, en jaculatorias a la Virgen, a San José, al Ángel
Custodio...
Nuestra Señora nos enseña a tratar al Hijo de Dios, su Hijo,
dejando a un lado las fórmulas rebuscadas. Nos resulta fácil imaginarla
preparando la comida, barriendo la casa, cuidando de la ropa... Y en medio de
estas tareas se dirigirá a Jesús con confianza, con delicado respeto, ¡pues
bien sabía Ella que era el Hijo del Altísimo!, y con inmenso amor.
Le exponía
sus necesidades o las de otros ¡No tienen vino!, le dirá en la boda de
aquellos amigos o parientes de Caná), le cuidaba, le prestaba los pequeños
servicios que se dan en la convivencia diaria, le miraba, pensaba en Él..., y
todo eso era perfecta oración.
Nosotros necesitamos manifestar a Dios nuestro amor. Lo
expresamos en muchos momentos a través de la Santa Misa, de las oraciones que
la Iglesia nos propone en la liturgia..., o a través de una visita de
pocos minutos mientras transcurre el ajetreo diario, o colocando unas flores a
los pies de una imagen de María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Pidámosle hoy
que nos dé un corazón sencillo y lleno de amor para tratar a su Hijo, que
aprendamos de los niños, que con tanta confianza se dirigen a sus padres y a
las personas que quieren.
Francisco Fdez. Carvajal (Hablar con Dios)
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