ACERCARNOS A LA PALABRA CON NUESTRA IMAGINACIÓN
Queridos hermanos y hermanas,
Una manera de acercarse a la
Palabra, de hacerla vida, de sentirla más cercana, es imaginando que nosotros
somos el personaje central de la escena...
Imaginarnos que somos Pedro,
Jaime, Juan cuando son llamados a la orilla del lago. Imaginarnos que somos el
ciego Bartimeo cuando es curado. Imaginarnos que somos Zaqueo el día que Jesús se
invita a su casa. Y hoy, nos toca imaginarnos que somos la mujer pecadora que
está a los pies de Jesús.
¡Nos cuesta! Es más fácil
imaginar que somos un personaje más agradable, pero, una pecadora... una mujer “que llevaba una vida pecadora”, y ya
sabemos que quiere decir esto. ¡¡Nos cuesta!!
Pero, si la contemplamos bien,
descubriremos que nos hace falta identificarnos con ella y sus comportamientos,
para vivir actitudes muy necesarias y que hoy en día nos cuestan mucho:
• La vemos a ella pidiendo
perdón a Jesús..., buena lección para nosotros... ya sabemos el camino para pedir
el perdón a Jesús... el sacramento de la reconciliación, que tanto nos cuesta y
que tan necesario es...
Lo que pasa
en la escena que hoy hemos contemplado es lo que pasa en el sacramento de la
reconciliación. En el sacramento, también nos ponemos a los pies de Jesús, arrepentidos,
pedimos perdón y Él nos perdona. ¡¡Qué fácil que es recibir el perdón!!...
Mostrarte como eres de verdad, sin miedo, presentar a Dios la pequeñez para que
Él bendiga.
• La vemos a ella llorando
su pecado... buena lección. En esta sociedad que ha perdido totalmente el sentido
de pecado, y esto nos afecta más de lo que nos pensamos, nos hace falta saber llorar nuestro pecado. ¿Lloramos nuestro pecado?... ¡¡Cuántos
santos han llorado su pecado!! Y no porque fueran pecados enormes, sino porque es
una gracia que Dios da. No se trata de esforzarse para llorar, a ver si cae una
lagrimita pensando en mi pecado. Es pedir el don de llorar el pecado, es una
gracia, una luz que recibes en un momento al descubrir interiormente la fealdad
del pecado. Pidamos la gracia de llorar nuestro pecado.
• La vemos a ella arrepentida,
dispuesta a que no vuelva a pasar, determinada a que no vuelva a pasar, con ganas
de hacer un cambio en su vida y dejar atrás tantas cosas negativas...
Buena lección para
nosotros, que somos un poco indolentes, condescendientes, con nuestras caídas. ¿Nosotros
no hemos de dejar nada atrás? ¿No hay nada que nos gustaría quitar de nuestros
comportamientos?, pienso que sí...
• Y, finalmente, la
vemos a ella, por lo que dice Jesús, llena de amor, ha experimentado el amor de
Dios, de un Dios que perdona siempre, que no se cansa nunca de perdonar, “Porque tiene mucho amor”... Estoy
seguro que unas horas antes, o un día, o días antes, había escuchado a Jesús hablando
de un Dios que busca la oveja perdida, de un Dios que ha venido a buscar los
pecadores, de un Dios médico que se acerca a los enfermos. ¡¡Y ella se lo ha
creído!! Ha tenido fe en la palabra de Jesús. Y esta fe la ha salvado. Ha recibido mucho, por esto ama mucho.
Si hacemos el ejercicio de ponernos
en la situación de la mujer pecadora, nos descubriremos mirados por Jesús, amados
por Jesús, perdonados por Jesús.
Francesc Jordana
Comentarios
Publicar un comentario
A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad