A VER SI DIOS ME DA LA GRACIA PARA.....


Queridos hermanos y hermanas,

¿Confiamos en la gracia de Dios? ¿Está presente la gracia de Dios en nuestras vidas? ¿Esperamos aquello que es razonable esperar, o esperamos aquello que comporta que Dios actuará?

Nos hace bien mirar nuestra vida... ¿dónde espero que Dios 
actúe? ¿qué gracia le estoy solicitando de manera insistente e esperanzada?

Todas estas preguntas nos ponen cara a cara con una realidad: confío en que Dios actúa o no confío. La mía ¿es una confianza teórica o una confianza que  genera una praxis? Ser cristiano no es tener unas ideas en la cabeza (confianza teórica), ser cristiano, es confiar que Dios actúa (confianza que genera una praxis).

Con las catequistas hemos hecho un pacto: actuar y rezar para que todos los niños que harán la primera comunión este fin de semana, continúen. ¡Todos!... no catorce de los veintiocho, ni dieciocho de los veintiocho. ¡¡Todos!!... No es razonable esperarlo, va contra la razón, va contra la estadística, va contra la trayectoria de los últimos años, ¡¡pero, lo esperamos!! Y actuamos y rezamos para que así sea, confiando en la acción de Dios, que tocará los corazones de los niños y niñas.


 Y todo esto, ¿por qué lo digo? Por el contenido del evangelio y de la segunda lectura.

En el evangelio, contemplamos una acción portentosa de Jesús, que devuelve la vida a un muerto. Nadie no se lo espera. No era una cosa razonablemente previsible. Pero, Jesús lo hace. “Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.

Este devolver la vida al hijo de la viuda de Naín, es un signo de que Jesús vence la muerte. La muerte no tendrá ningún poder sobre sus seguidores. ¿Confiamos en esta acción de Dios? A veces, pienso que los cristianos vivimos la muerte de nuestros seres queridos de una manera demasiado parecida a como la vive el mundo... cuando, precisamente, es en aquel momento, donde Dios lleva a término su acción más grande y potente: abrirnos las puertas de la vida eterna, introducirnos a la comunión con las tres personas divinas... ¡nada mejor que esto! Pienso que nos hace falta crecer en esta confianza en el hacer de Dios... ¿confianza teórica o confianza que genera un estilo de vida? He aquí la cuestión.

En la segunda lectura, San Pablo ha empezado diciendo: “Os notifico, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es de origen humano”.

Si la Buena Nueva de la que habla Pablo, viniera de los hombres, entonces, con nuestras fuerzas humanas podríamos alcanzarla. Pero, como que la Buena Nueva no viene de los hombres, sólo con nuestras fuerzas naturales no puede ser conseguida. ¡Hemos de confiar en la gracia! Hemos de esperar y pedir la gracia para vivir lo que el Señor nos propone.

El momento cultural, el racionalismo occidental, experiencias negativas pasadas, hace que nos olvidemos bastante de la gracia de Dios. ¡¡Miremos las vidas de los santos!!

El cristianismo voluntarista piensa: “si soy cristiano, he de hacer esto, esto, y esto otro,...”.

El cristianismo correcto piensa: “a ver si Dios me da la gracia para.... (perdonar a..., ser más sensible a los pobres, todo lo que Jesús nos propone en el evangelio).
Son planteamientos totalmente diferentes. En uno, se parte de uno mismo, en el otro, se parte de Dios que actúa en nosotros, de Dios que nos mueve, que nos capacita.

 Y para reafirmar esta idea principal, San Pablo, mira de explicarla con su misma vida. Él seguía un camino (fariseo celoso que perseguía con furia la Iglesia de Dios), pero, Dios irrumpe en su vida, él cambia a Él y él cambia de camino. Y él lo vive como una gracia recibida de Dios, cuando no es merecedor. “Me llamó por su gracia”. Y, después dice “Se dignó revelar a su Hijo en mí”.  ¡¡Dios ha actuado!! Y lo que nos toca a nosotros, es esperar y confiar en su acción... 

Francesc Jordana


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