LA PEREGRINACIÓN COMO TIEMPO DE VERIFICACIÓN DE FE


Ciertamente el Camino nace por una meta, nace por la llamada que significa la tumba del Apóstol. No tiene su fin en sí mismo, no puede decirse: la meta es el camino. Aunque sea un símbolo de la vida humana y cristiana, valorar solamente el camino, sería contradecirse, dejar de buscar a Dios y quedarse sólo en sí mismo.
Por el contrario, para quien quiere llegar al sepulcro de Santiago, la experiencia de la peregrinación, el tiempo del camino, prepara la reconciliación y la renovación de la vida, contribuye a dar certeza y claridad a la fe.
El peregrino parte para hacer un camino en primera persona, confiado en el fondo en Dios. Deja su casa y sus propiedades; descubre que todas las cosas pueden ser superfluas, que lo importante es cada uno, su verdadero ser. La experiencia del peregrino es la de quien deja preocupaciones y afanes, para descubrir la única cosa que importa y que lleva consigo: su propio yo. Pues, ¿de qué le vale al hombre poseer el mundo entero si se pierde a sí mismo?
La relación con la naturaleza y con los hombres se hace también más verdadera para quien camina en el Señor.
El peregrino tiene una experiencia auténtica del tiempo: se levanta antes de que haya salido el sol; ve amanecer; hace silencio por la mañana para levantar la mirada a la Presencia de Dios mientras empieza de nuevo su vida; va viendo cómo cambia el color de las cosas a medida que avanza el día; vive intensamente cada momento; reposa en una iglesia, en una sombra; vive sin reloj, sin calcular el tiempo. Lo importante no es lo pasajero, sino lo eterno. Cada día pasa, pero el tiempo recibe la huella de lo eterno. Permanece viva en él la esperanza de alcanzar la meta movido por el deseo del Destino. Comprueba que lo importante es descubrir el sentido de la existencia, frente al cual se renueva a cada instante la necesidad de la conversión” (Eugenio Romero Pose).

El peregrino puede hacer igualmente la experiencia del encuentro con los hermanos, fieles y testigos del mismo Señor, que han dado forma en la historia a todo un camino de caridad y de cultura, en que se expresa la vivencia cristiana, construyendo y edificando hospitales y albergues, puentes, iglesias y monasterios. ¡Qué importante resulta encontrar los templos abiertos, poder compartir lo vivido con la comunidad cristiana del lugar! En el camino es posible reconocer la participación en una común dignidad de hijos de Dios y en un común destino.


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