LETANÍAS, UN PIROPO A LA VIRGEN
De todos es sabida la primordial importancia que tiene en
orden a conseguir la salvación eterna, el rezo diario del Santo Rosario. La
Santísima Virgen prometió a Santo Domingo de Guzmán y a otros santos la
salvación a quien rece el Rosario diariamente. Si algún día por motivos de
trabajo, cansancio o enfermedad no podemos rezarlo entero la Virgen valorará si
al menos le ofrecemos un misterio, que será para ellas una decena de rosas,
perfumadas con nuestro esfuerzo.
En esta excelsa oración pedimos a la Santísima Virgen que
ruegue por nosotros 50 veces, en el momento presente y sobre todo en el momento
de la muerte. La Virgen atenderá esta súplica cuando llegue el momento como
Madre amorosísima que es.
Pero además de las Avemarías son también especialmente importantes
las invocaciones de las Letanías. Cada una de ellos es como un piropo a la
Virgen. Cuando nos dirigimos a Ella como “Santa Madre de Dios”, “Madre de
la Divina Gracia”, “Santa Virgen de las Vírgenes”, “Madre Purísima”, “Virgen
prudentísima”, “Puerta del Cielo”, “Casa de Oro”, “Trono de la Sabiduría” o
“Refugio de pecadores” etc…podemos estar seguros de que la hacemos muy
feliz en ese momento.
La Virgen se complace en estos piropos no por sí misma sino
porque estas facetas que ensalzamos en las letanías son gracias que ha recibido
de Dios. También de paso el rezar las letanías a diario tiene una función
contemplativa, pues vamos meditando en los grandísimos dones con los que ha
colmado el Altísimo a su Madre. Todo ello nos envuelve en una atmósfera mariana
de pureza y de fervor que nos aparta del pecado y nos hace, dentro de nuestra
pobreza, ser imitadores de María.
Además a cada invocación sigue la súplica “ruega por
nosotros”. La Virgen ruega a Dios por nosotros tantas veces cómo lo pidamos. La
única oración que se pierde es la que no se hace. Y dado que Dios concede todo
lo que su Madre le pide, esa será la mejor forma de obtener todas las gracias
que necesitamos durante la vida. Y también nos aseguraremos la intervención
decisiva de nuestra Madre para garantizar nuestra salvación eterna. Ella nunca
olvidará a quienes la han amado y honrado.
Así pues, recemos diariamente el Santo Rosario y un día,
cuando seamos inmensamente felices en las mansiones celestiales nos
felicitaremos por haberlo rezado muchas veces, incluso aunque muchos días no
nos apeteciera. Nunca un pequeño sacrificio de 20 minutos más o menos habrá
sido tan rentable, pues nos conseguirá una eternidad de alegría sin fin. Si lo
rezamos en familia tiene mucho más valor aún y si lo hacemos con la intención
sincera de no pecar más obtenemos la indulgencia plenaria.
Fuente: " En Cristo y María" Autor: Rafaél María Molina Sánchez
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