La Virgen nuestra Madre
La Virgen custodia nuestra salud.
¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer,
a afrontar la vida, a ser libres.
1. Una mamá ayuda a los hijos a
crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder a la pereza -
que también se deriva de un cierto bienestar – a no conformarse con una vida
cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas. La mamá cuida a los hijos
para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces de asumir
responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia grandes
ideales. El Evangelio de san Lucas dice que, en la familia de Nazaret, Jesús "iba
creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con
él" (Lc 2, 40). La Virgen hace precisamente esto con nosotros, nos ayuda a
crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser
hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con
responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.
2. Una mamá además piensa en la
salud de sus hijos, educándolos también a afrontar las dificultades de la vida.
No se educa, no se cuida la salud evitando los problemas, como si la vida fuera
una autopista sin obstáculos. La mamá ayuda a los hijos a mirar con realismo
los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a afrontarlos con
valentía, a no ser débiles, y saberlos superar, en un sano equilibrio que una
madre "siente" entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo. Y
esto una madre sabe hacerlo. Lleva al hijo no siempre sobre el camino seguro,
porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo,
porque es peligroso. Una madre sabe equilibrar estas cosas.
Una vida sin retos
no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego
¡no tiene columna vertebral! Recordemos la parábola del buen samaritano: Jesús
no propone la conducta del sacerdote y del levita, que evitan socorrer al
hombre que había caído en manos de ladrones, sino el samaritano que ve la
situación de ese hombre y la afronta de una manera concreta. María ha vivido
muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando
para ellos "no había lugar para ellos en el albergue" (Lc 2, 7),
hasta el Calvario (cfr. Jn 19, 25).
Y como una buena madre está cerca de
nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida,
ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el
camino de su Hijo. Jesús en la cruz le dice a María, indicando a Juan: "¡Mujer,
aquí tienes a tu hijo!" y a Juan: "Aquí tienes a tu madre" (cfr.
Jn 19, 26-27). En este discípulo todos estamos representados: el Señor nos
confía en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, para que sintamos
que nos sostiene al afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano
y cristiano. No tener miedo de las dificultades. Afrontarlas con la ayuda de la
madre.
3. Un último aspecto: una buena
mamá no sólo acompaña a los niños en el crecimiento, sin evitar los problemas,
los desafíos de la vida, una buena mamá ayuda también a tomar las decisiones
definitivas con libertad.
Esto no es fácil. Pero una madre sabe hacerlo, en
este momento en que reina la filosofía de lo provisorio.
Pero, ¿qué significa
libertad? Por cierto, no es hacer todo lo que uno quiere, dejarse dominar por
las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin discernimiento, seguir las
modas del momento; libertad no significa, por así decirlo, tirar por la ventana
todo lo que no nos gusta. La libertad se nos da ¡para que sepamos optar por
las cosas buenas en la vida! María como buena madre nos educa a ser, como Ella,
capaces de tomar decisiones definitivas, con aquella libertad plena con la que
respondió "sí" al plan de Dios para su vida (cfr. Lc 1, 38).
Queridos hermanos y hermanas,
¡qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones definitivas! Nos seduce lo
provisorio. Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo efímero...
¡como si deseáramos permanecer adolescentes para toda la vida! ¡No tengamos
miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y
abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda! Y ¡esto es
libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza.
Toda la existencia de María es un
himno a la vida, un himno de amor a la vida: ha generado a Jesús en la carne y
ha acompañado el nacimiento de la Iglesia en el Calvario y en el Cenáculo.
La
Salus Populi Romani es la mamá que nos dona la salud en el crecimiento, para
afrontar y superar los problemas, en hacernos libres para las opciones
definitivas; la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida
y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no
perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, vida física y espiritual.
Es lo que te pedimos esta tarde,
Oh María, Salus Populi Romani, para el pueblo de Roma, para todos nosotros:
dónanos la salud que sólo tú puedes donarnos, para ser siempre signos e
instrumentos de vida
Papa Francisco, 7 de mayo
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