HOMILIA DOMINGO 28 FEBRERO
Queridos
hermanos y hermanas,
San
Pablo no deja nunca de sorprendernos. Hoy pide a los cristianos de Corinto que
aprendan la lección de la historia. ¡¡Todo aquello que pasó era una lección y
una advertencia para ellos y para nosotros!! Si es una lección para los
cristianos de Corinto, también lo es para nosotros.
Dice
San Pablo: “No
quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la
nube y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron
el mismo alimento espiritual; (se refiere al maná), y
todos bebieron la misma bebida espiritual, (se refiere a la roca de la
que manó agua) pues
bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la
mayoría de ellos no agradaron a Dios”… Acaba diciendo San Pablo: “Todo
esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro“.
Es
también una advertencia para nosotros. Más cuando este texto está situado en
este tercer domingo de Cuaresma en un contexto de conversión. Es una lección
para nosotros. San Pablo habla de unos que parecía que caminaban por caminos de
salvación (“todos...”) y, finalmente, no fue así, no se salvaron. “Pero
la mayoría de ellos no agradaron a Dios”… Que cada uno se aplique a sí
mismo esta palabra...
San
Pablo nos expone esta lección que en el evangelio se ve iluminada. Jesús, a
través de dos ejemplos, pide la conversión.
Con
el primer ejemplo Jesús lanza un mensaje muy claro y que hemos de acoger: todos
necesitamos conversión. ¡Todos! ¡Yo el primero! Narra dos acontecimientos y
viene a concluir: que nadie no crea que es más bueno que los demás por el hecho
de no haber sufrido estas tragedias. Todos necesitamos conversión. “Si
no os convertís, todos pereceréis lo mismo”.
Con
el segundo ejemplo Jesús da un paso más, “Ya ves: tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no le encuentro”. Mensaje claro
y contundente: la conversión vinculada a los frutos.
Y
para hablar de los frutos querría hacerlo a través de la primera lectura. Donde
hemos contemplado un Dios que se deja conmover por las penas y el grito de
queja de los oprimidos. Y se dispone a actuar como protector y libertador
de aquellos que no se pueden proteger a sí mismos.
Pero,
Dios necesita del esfuerzo y la implicación del hombre, Moisés. Sin Moisés no
hay liberación.
Dios
oye el grito del pueblo, se conmueve, quiere su liberación, pero,
necesita la colaboración del hombre.
¿No
somos nosotros como un nuevo Moisés?
¿No
estamos llamados a liberar a nuestros hermanos de tantas y tantas esclavitudes?
¿No
abundará tanto el mal en nuestra sociedad, porqué los cristianos estamos
especialmente inactivos?
¿No
ha propuesto el Papa Francisco, el año de la misericordia, donde el núcleo son
las obras de misericordia, para desvelarnos?
Leemos
en el mensaje de esta Cuaresma: “Por eso, expresé mi deseo de que “el
pueblo cristiano reflexione durante el jubileo sobre las obras de misericordia
corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia,
muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más
en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados
de la misericordia divina”.
Y un
poco más adelante, dice una frase genial, profundísima: “Lázaro
es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos”. Acercarnos
al pobre como fuente de conversión para nosotros, cosa no fácil de ver.
Las
obras de misericordia son el camino para cavar y abonar nuestra tierra y, así,
pueda dar fruto. No es fácil, ciertamente, así es la conversión.
Francesc Jordana
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