Declaración conjunta del Papa Francisco y del Patriarca Kiril de Moscú y Toda Rusia
Por su interés, transcribimos la declaración conjunta e integra.
Que la gracia del Señor Jesucristo, el
amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos vosotros” (2 Corintios 13,13).
1. Por la voluntad de Dios Padre, de
quien procede todo don, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, con la ayuda
del Espíritu Santo Consolador, nosotros, Francisco, Papa y Obispo de Roma, y
Kiril, Patriarca de Moscú y Toda Rusia, reunimos hoy en La Habana. Damos
gracias a Dios, glorificado en la Santísima Trinidad, por este encuentro, el
primero en la historia.
Con alegría, nos reunimos como hermanos en la fe cristiana que se encontraron
para “hablar… personalmente” (2 Juan, 12), de corazón a
corazón, y discutir las relaciones mutuas entre las Iglesias, los problemas
palpitantes de nuestro rebaño y las perspectivas del desarrollo de la
civilización humana.
2. Nuestro encuentro fraterno se llevó a
cabo en Cuba, en la encrucijada entre el Norte y el Sur, el Este y el Oeste.
Desde esta isla, un símbolo de esperanza del Nuevo Mundo y de los dramáticos
acontecimientos de la historia del siglo XX, dirigimos nuestras palabras a
todas las naciones de América Latina y de otros continentes.
Nos alegra el hecho de que hoy en día aquí la fe cristiana evoluciona
dinámicamente. El potencial religioso de gran alcance en América Latina, sus
tradiciones cristianas multiseculares, manifestadas en la experiencia personal
de millones de personas, son clave para un gran futuro de esta región.
3. Al reunirnos a distancia de las
antiguas disputas del Viejo Mundo, sentimos muy fuertemente la necesidad de
colaboración entre los católicos y los ortodoxos, que deben estar siempre
preparados para responder a cualquiera que les pida razón
de la esperanza (1 Pedro 3, 15).
4. Damos gracias a Dios por los dones que hemos recibido a través de la
venida al mundo de su Hijo Unigénito. Compartimos la Tradición espiritual común
del primer milenio del cristianismo. Los testigos de esta Tradición son la
Santísima Madre de Dios, la Virgen María, y los santos a quienes veneramos.
Entre ellos están innumerables mártires que mostraron su fidelidad a Cristo y
se convirtieron en “la semilla de cristianos”.
5. A pesar de tener la Tradición común
de diez primeros siglos, los católicos y los ortodoxos, durante casi mil años,
están privados de comunicación en la Eucaristía. Permanecimos divididos dado a
las heridas causadas por los conflictos del pasado lejano y reciente, por las
diferencias heredadas de nuestros antepasados, en la comprensión y la
explicación de nuestra fe en Dios, un ser único que existe como tres personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lamentamos la pérdida de la unidad, que era una
consecuencia de la debilidad y la pecaminosidad humana, que se produjo a
despecho de la oración del Primer Sacerdote, Cristo Salvador: “Te pido
que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan
17, 21).
6. Conscientes de muchos obstáculos que hay que superar, esperamos que
nuestro encuentro contribuya a la obtención de la unidad mandada por Dios, por
la que Cristo había rezado. Que nuestro encuentro inspire a los cristianos de
todo el mundo para invocar con el nuevo fervor al Señor, orando sobre la plena
unidad de todos sus discípulos. Que ésta, en el mundo que espera de nosotros no
sólo palabras, sino acciones, sea un signo de esperanza para todas las personas
de buena voluntad.
7. Teniendo firmeza en hacer todo lo necesario para superar las diferencias
históricas heredadas por nosotros, queremos reunir nuestros esfuerzos a fin de
dar testimonio del Evangelio de Cristo y del patrimonio común de la Iglesia del
primer milenio, respondiendo conjuntamente a los desafíos del mundo moderno.
Los ortodoxos y los católicos deben aprender a llevar el testimonio común de la
verdad en aquellas áreas, en las que es posible y necesario. La civilización
humana ha entrado en un período de cambios epocales. La conciencia cristiana y
la responsabilidad pastoral no nos permiten que permanezcamos indiferentes ante
los desafíos que requieren una respuesta conjunta.
8. Nuestra atención está dirigida principalmente hacia aquellas regiones
del mundo donde los cristianos están sometidos a persecución. En muchos países
de Oriente Medio y África del Norte, se exterminan familias completas de
nuestros hermanos y hermanas en Cristo, pueblos y ciudades enteros habitados
por ellos. Sus templos están sometidos a la destrucción bárbara y a los
saqueos, los santuarios – a la profanación, los monumentos – a la demolición.
En Siria, Irak y otros países de Oriente Medio observamos con dolor el éxodo
masivo de cristianos de la tierra donde nuestra fe comenzó a extenderse, y
donde ellos vivían a partir de los tiempos apostólicos, junto con otras
comunidades religiosas.
9. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a tomar medidas
inmediatas para evitar un mayor desplazamiento de los cristianos de Oriente
Medio. Levantando nuestras voces en defensa de los cristianos perseguidos, también
solidarizamos con sufrimientos de seguidores de otras tradiciones religiosas,
que se han convertido en víctimas de la guerra civil, el caos y la violencia
terrorista.
10. En Siria e Irak esta violencia ha
cobrado miles de vidas, dejando sin hogares y medios de vida a unos millones de
personas. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a unirse para
poner fin a la violencia y al terrorismo y al mismo tiempo, a través del
diálogo, a contribuir a la pronta obtención de la paz civil. Se requiere una
ayuda humanitaria de gran escala para el pueblo que sufre, y para muchos
refugiados en los países vecinos.
Solicitamos a todos los que pueden, influir en el destino de todos los
secuestrados, incluyendo a los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim,
capturados en abril de 2013, para hacer todo lo necesario a fin de su pronta
liberación.
11. Enviamos oraciones a Cristo,
Salvador del mundo, sobre el establecimiento en suelo de Oriente Medio de la
paz, que es producto de la justicia (Isaías 32, 17), sobre el
fortalecimiento de la convivencia fraterna entre diversos pueblos, Iglesias y
religiones situados en esta tierra, sobre el regreso de los refugiados a sus
casas, sobre la curación de los heridos y el reposo de almas de las víctimas
inocentes.
Dirigimos a todas las partes que puedan estar involucradas en los conflictos,
un ferviente llamamiento para manifestar buena voluntad y llegar a la mesa de
negociación. Al mismo tiempo, es necesario que la comunidad internacional haga
todos los esfuerzos posibles para poner fin al terrorismo mediante acciones
comunes, conjuntas y sincronizadas. Hacemos un llamamiento a todos los países
involucrados en la lucha contra el terrorismo, a las acciones responsables y
prudentes. Hacemos un llamado a todos los cristianos y a todos los creyentes en
Dios para rezar al Señor Creador y Providente que cuida el mundo, que guarde su
creación de la destrucción y no permita una nueva guerra mundial. Para que la
paz sea duradera y fiable, se requieren esfuerzos especiales destinadas al
regreso a los valores comunes, que nos unen, basados en el Evangelio de Nuestro
Señor Jesucristo.
12. Admiramos la valentía de aquellos
que entregan sus vidas por haber dado testimonio de la verdad del Evangelio,
prefiriendo la muerte ante la abjuración de Cristo. Creemos que los mártires de
nuestros tiempos, procedentes de diferentes Iglesias, pero unidos por un
sufrimiento común, son la clave para la unidad de los cristianos. A vosotros,
los que sufren por Cristo, dirige su palabra el Apóstol del Señor: “Queridos
hermanos,… alegraos de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que
también os llenéis de alegría cuando su gloria se manifieste” (1 Pedro
4, 12-13).
13. En esta época turbadora se necesita
el diálogo interreligioso. Las diferencias en comprensión de las verdades
religiosas no deben impedir que las personas de diversas religiones vivan en
paz y armonía. En las circunstancias actuales, los líderes religiosos tienen
una responsabilidad especial por la educación de su rebaño en el espíritu de
respeto por las creencias de aquellos que pertenecen a otras tradiciones
religiosas. Los intentos de justificar actos criminales por consignas
religiosas son absolutamente inaceptables. Ningún crimen puede ser cometido en
el nombre de Dios, “porque Dios es Dios de paz y no de confusión” (1
Corintios 14, 33).
14. Atestiguando el alto valor de la libertad religiosa, damos gracias a
Dios por el renacimiento sin precedentes de la fe cristiana que ahora se lleva
a cabo en Rusia y muchos países de Europa del Este, donde por décadas han
gobernado regímenes ateos. Hoy en día, las cadenas del ateísmo militante
cayeron, y en muchos lugares los cristianos son libres de profesar su fe.
Durante un cuarto de siglo, aquí se erigieron decenas de miles de nuevos
templos, se abrieron cientos de monasterios y escuelas teológicas. Las
comunidades cristianas realizan amplias actividades caritativas y sociales,
prestando diversa asistencia a los necesitados. Los ortodoxos y los católicos a
menudo trabajan hombro con hombro. Ellos defienden la base espiritual común de
la sociedad humana, dando testimonio de los valores evangélicos.
15. Al mismo tiempo, nos preocupa la situación que tiene lugar en tantos
países, donde los cristianos enfrentan cada vez más la restricción de la
libertad religiosa y del derecho a dar testimonio sobre sus creencias y a vivir
de acuerdo con ellas. En particular, vemos que la transformación de algunos
países en las sociedades secularizadas, ajenas de cualquier memoria de Dios y
su verdad, implica una grave amenaza para la libertad religiosa. Estamos
preocupados por la limitación de los derechos de los cristianos, por no hablar
de la discriminación contra ellos, cuando algunas fuerzas políticas, guiadas
por la ideología del secularismo que en numerosos casos se vuelve agresivo,
tienden a empujarles a los márgenes de la vida pública.
16. El proceso de la integración europea, que comenzó después de siglos de
conflictos sangrientos, fue acogido por muchas personas con esperanza, como
prenda de paz y seguridad. Al mismo tiempo, advertimos en contra de aquella
clase de integración que no respeta la identidad religiosa. Respetamos la
contribución de otras religiones a nuestra civilización, pero estamos
convencidos de que Europa debe mantener la fidelidad a sus raíces cristianos.
Hacemos un llamamiento a los cristianos en Europa Occidental y Europa Oriental
a unirse a fin de dar testimonio conjunto sobre Cristo y el Evangelio, para que
Europa mantenga su alma formada por dos mil años de la tradición cristiana.
17. Nuestra atención está destinada a las personas que se encuentran en una
situación desesperada, viven en la pobreza extrema en el momento en que la
riqueza de la humanidad está creciendo. No podemos permanecer indiferentes al
destino de millones de migrantes y refugiados que tocan a las puertas de los
países ricos. El consumo incontrolado, típico para algunos estados más
desarrollados, agota rápidamente los recursos de nuestro planeta. La creciente
desigualdad en la distribución de bienes terrenales, aumenta el sentido de la
injusticia del sistema de las relaciones internacionales que se está
implantando.
18. Las Iglesias cristianas están
llamadas a defender exigencias de la justicia, del respeto a las tradiciones
nacionales y de la solidaridad efectiva con todos los que sufren. Nosotros, los
cristianos, no debemos olvidar que “para avergonzar a los sabios, Dios
ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los
fuertes ha escogido a los que el mundo tiene por débiles. Dios ha escogido a la
gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son
nada, para anular a los que son algo. Así nadie podrá presumir delante de Dios” (1
Corintios 1, 27-29).
19. La familia es el centro natural de la vida de un ser humano y de la
sociedad. Estamos preocupados por la crisis de la familia en muchos países. Los
ortodoxos y los católicos, compartiendo la misma visión de la familia, están
llamados a testificar acerca de la familia como de un camino hacia la santidad,
que se manifiesta en la fidelidad mutua de los cónyuges, su disponibilidad para
dar a luz a los niños y formarles, en la solidaridad entre las generaciones y
el respeto hacia los enfermizos.
20. La familia es fundada sobre el matrimonio que es un acto libre y fiel
de amor entre un hombre y una mujer. El amor fortalece su unión, les enseña a
aceptar uno a otros como a un don. El matrimonio es la escuela del amor y de la
fidelidad. Lamentamos que otras formas de convivencia se equiparan ahora con
esta unión, y la visión de la paternidad y la maternidad como de especial
vocación del hombre y de la mujer en el matrimonio, santificada por la
tradición bíblica, se expulsa de la conciencia pública.
21. Hacemos un llamamiento a todos para
respetar el derecho inalienable a la vida. Unos millones de bebés están
privados de la propia posibilidad de aparecer a la luz. La sangre de
los niños no nacidos pide a gritos a Dios que haga justicia.
(Génesis 4, 10).
La divulgación de la así llamada eutanasia conduce al hecho de que los ancianos
y enfermos comienzan a sentirse carga excesiva para su familia y la sociedad en
conjunto.
Expresamos nuestra preocupación por el uso cada vez más extendido de las
tecnologías biomédicas de reproducción, porque la manipulación de la vida
humana es un ataque contra los fundamentos del ser de la persona creada a
imagen de Dios. Consideramos que nuestro deber es hacer acordarse sobre la
inmutabilidad de los principios morales cristianos, basados en el respeto por
la dignidad de la persona que está destinada a la vida de acuerdo con el plan
de su Creador.
22. Queremos hoy dirigir unas palabras
especiales a la juventud cristiana. Vosotros, los jóvenes, no debéis
esconder dinero en la tierra (Mateo 25, 25), sino usar todas las dotes
dadas por Dios, para afirmar la verdad de Cristo en el mundo, realizar los
mandamientos evangélicos del amor a Dios y al prójimo. No tengáis miedo de ir
contra la corriente, defendiendo la verdad de Dios, con la que no siempre se
ajustan las normas seculares modernas.
23. Dios os ama y espera de cada uno de
vosotros que seáis sus discípulos y apóstoles. Sed la luz de este mundo,
para que otros, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre
que está en el cielo (Mateo 5, 14-16). Educad a los niños en la fe
cristiana para entregarles la perla preciosa de la fe (Mateo 13, 46) que
recibisteis de vuestros padres y antepasados. No olvidéis que “Dios os
ha comprado por un precio” (1 Corintios 6, 20), el precio de la muerte
en la cruz de Dios Hombre, Jesucristo.
24. Los ortodoxos y los católicos están
unidos no sólo por la Tradición común de la Iglesia del primer milenio, sino
también por la misión de predicar el Evangelio de Cristo en el mundo
contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre los miembros de las
comunidades cristianas, excluye cualquier forma del proselitismo.
No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto
ejecutando todas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el
mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo
para aprender a vivir juntos en paz, amor y armonía unos con otros (Romanos
15, 5). Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a
pasar de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus
propias tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San
Pablo Apóstol y “anunciar el evangelio donde nunca antes se había oído
hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros” (Romanos
15, 20).
25. Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde
hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio
que el método de “la unión” de los siglos pasados que implica la unidad de una
comunidad con la otra a costa de la separación de su Iglesia, no es la manera
de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han
aparecido como resultado de circunstancias históricas tienen derecho a existir
y hacer todo lo necesario para satisfacer menesteres espirituales de sus
fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos
necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente
aceptables.
26. Lamentamos el enfrentamiento en Ucrania que ya cobró muchas vidas,
causó sufrimientos innumerables a los civiles, hundió la sociedad en una
profunda crisis económica y humanitaria. Hacemos un llamamiento a todas las
partes del conflicto a tener prudencia, mostrar la solidaridad social y
trabajar activamente para el establecimiento de la paz. Instamos a nuestras
Iglesias en Ucrania a trabajar para lograr la armonía social, abstenerse de
participar en la confrontación y de apoyar el desarrollo del conflicto.
27. Esperamos que la división entre los creyentes ortodoxos en Ucrania sea
vencida sobre la base de las normas canónicas existentes, que todos los
cristianos ortodoxos de Ucrania vivan en paz y armonía, y que las comunidades
católicas del país contribuyan a ello, para que nuestra hermandad cristiana sea
aún más evidente.
28. En el mundo de hoy, multifacético y
al mismo tiempo unido por el destino común, los católicos y los ortodoxos están
llamados a colaborar fraternamente para anunciar el Evangelio de la salvación,
dar testimonio común de la dignidad moral y la auténtica libertad humana, “para
que el mundo crea” (Juan 17, 21). Este mundo, en el que se están
socavando rápidamente los fundamentos morales de la existencia humana, espera
de nosotros el fuerte testimonio cristiano en todos los ámbitos de la vida
personal y social. ¿Podremos en la época crucial dar testimonio conjunto del
Espíritu de la verdad? De esto depende, en gran medida, el futuro de la
humanidad.
29. Que Jesucristo, Dios Hombre, Nuestro
Señor y Salvador, nos ayude en el anuncio valiente de la verdad de Dios y de la
Buena Noticia de salvación. El Señor nos fortalece espiritualmente con su
promesa infalible:“No tengáis miedo, pequeño rebaño, que el Padre, en su
bondad, ha decidido daros el reino” (Lucas 12, 32).
Cristo es una fuente de alegría y de esperanza. La fe en él transfigura la vida
del ser humano, la llena de significado. Lo han vivido por su propia
experiencia todos aquellos de los que se puede decir con las palabras de San
Pedro Apóstol: “Antes, ni siquiera erais pueblo, pero ahora sois pueblo
de Dios; antes Dios no os tenía compasión, pero ahora tiene compasión de
vosotros” (1 Pedro 2, 10).
30. Llenos de gratitud por el don de comprensión mutua que se manifestó en
nuestra reunión, nos dirigimos con esperanza a la Santísima Madre de Dios,
haciendo solicitud con las palabras de la antigua oración: “Bajo tu amparo nos
acogemos, Santa Madre de Dios”. Que la Santísima Virgen María con su amparo
fortalezca la hermandad de todos que la veneran, para que ellos, en un momento
determinado por Dios, se junten, en paz y concordia, en el único pueblo de
Dios, ¡sea glorificado el nombre de la Trinidad Consustancial e Inseparable!
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