DUDAS SOBRE LA FE



Si la fe es cierta, ¿por qué podemos tener dudas sobre la misma ?
   La respuesta a tu pregunta me va a pedir echar mano de algunas verdades filosóficas y de otras de la Teología. Tendrás paciencia, ¿verdad?
  Ante todo, quisiera que advirtieses que no es lo mismo estar tentado de dudas contra la fe que dudar de la misma. Quiero entender que tú te refieres a la tentación y no a la duda formal, porque, cuando ésta se da, la fe desaparece; y no me refiero sólo a la fe divina; también la fe humana deja de existir si se admite la duda de lo que el testigo humano nos certifica. Y si la fe desaparece ya no es cierta. Mientras permanece la certeza de la fe, sólo la tentación de duda es posible.
  Después debo recordarte o decirte que la certeza del acto de fe, tanto divina como humana, es una certeza libre, como lo es igualmente cualquier certeza que no proceda de la evidencia inmediata de una verdad. Siendo la inteligencia humana infalible, como es, nunca da por si sola su asentimiento a algo que no le resulte inmediatamente evidente. Sólo en donde haya evidencia inmediata de una verdad, como cuando se trata de nuestra propia existencia y de los primeros principios : «Lo que es, es; lo que no es, no es», Principio de identidad, «Una cosa no puede a la vez y bajo el mismo aspecto ser y no ser», Principio de no contradicción, «Todo ser tiene todo lo necesario, para ser lo que es», Principio de razón suficiente, etc., sólo en esos casos la inteligencia afirma o niega por si sola. En todos los demás casos se abstiene de afirmar, no sólo cuando ve que no hay razones suficientes para afirmar o negar, sino incluso cuando ve razonable hacerlo. En este ultimo caso espera que con la voluntad le impongamos el asentimiento. Y se abstiene, repito, por falta de evidencia inmediata.

   Por tanto, en las verdades de fe, tanto divina, como humana, es decir en aquellas verdades que la inteligencia ve razonables porque le consta que quien se las afirma sabe bien lo que dice y dice lo que sabe, la inteligencia, no viendo que sea absolutamente y en cualquier hipótesis imposible el error, no se decide por si misma, necesita del impulso de la voluntad libre: son certezas libres.
   De esta suerte la respuesta a tu pregunta es: podemos sentir dudas porque la certeza de fe es una certeza libre. Es verdad que el motivo de la fe divina es segurísimo, siendo ese motivo la autoridad absolutamente infalible de Dios, pero el acto de fe sigue siendo libre porque la inteligencia no capta directamente la evidencia de esa verdad revelada. A lo que se añade que casi siempre esas verdades de fe divina constituyen verdaderos misterios para el hombre.

   Pudiera ocurrir que me dijeses que no entiendes como puedo afirmar tan tranquilamente que la inteligencia humana es infalible, cuando sabemos la facilidad con que todos los humanos nos equivocamos. En este caso yo te respondería preguntándote si realmente estás cierto de que nos equivocamos muchas veces y aun una sola vez. Y me dirás que claro que estás cierto. Pues bien, sepas que, si la inteligencia no fuese infalible, nunca podrías estar seguro de haberte equivocado ni de ninguna otra cosa, porque no poseemos otra facultad cognoscitiva que esté por encima de ella con la que podamos saber si la inteligencia se ha equivocado o no. Quizá me dirás todavía que si fuese así nunca nos equivocaríamos. Mas bien tendrías que concluir que por eso la inteligencia no se equivoca nunca. Quien se equivoca somos nosotros que con nuestra voluntad y movidos por nuestras pasiones –ganas de salirnos con la nuestra, deseos de ser los primeros en dar respuesta, interés en que las cosas sean como a nosotros nos gustaría, etc.- afirmamos o negamos algo dando a la inteligencia la orden de tomar posición, incluso advirtiéndonos ella de la falta de razones sólidas.

   Pero no quiero cerrar mi respuesta sin recordarte cómo hay que proceder cuando nos asaltan dudas contra la fe. No es el momento de ponerse a discutir con uno mismo o con el diablo, sino de afirmarse en ella, con un “Yo creo cuanto Dios ha revelado y la Santa Madre Iglesia enseña”, y a otra cosa. Es el consejo de todos los buenos autores espirituales: Las tentaciones contra la fe se vencen huyendo, no haciéndoles frente. Porque el enemigo es más inteligente que nosotros y fácilmente puede turbarnos y desconcertarnos. Las dudas contra la fe, una vez pasada la tentación, se resuelven estudiando y consultando a aquellos doctores de la Iglesia de que hablaba el viejo catecismo, que sabrán respondernos.
       José Ma. Fernández-Cueto, cpcr.

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