DISCERNIR LA VOLUNTAD DE DIOS EN TIEMPOS CONFUSOS



  La mayoría de los seminaristas provienen de padres separados con las consiguientes heridas emocionales que eso provoca. Además, es notable la influencia de la cultura posmoderna con la llamada muerte del deseo, es decir, con falta de magnanimidad que provoca; también se percibe la dificultad de vivir los límites y de intregrar lo afectivo-sexual ante la contaminación de una sociedad permisiva y hedonista. Otra característica es el individualismo marcado.
    Mi tarea me permite caer en la cuenta, maravillándome, de la acción del Espíritu Santo en las vidas de los llamados, comprobando cómo el corazón, poco a poco, se vuelve grande para amar a Dios y entregarse por el bien de sus hermanos, viendo cómo llegan a aceptar, integrar y ofrecer la cruz en la propia vida.


   Numerosos son los testimonios del cambio que producen los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Por ejemplo un sacerdote había dejado su ministerio y se había puesto a trabajar en una estación de servicio. Hizo el mes de Ejercicio y redescubrió que antes de dejar el ejercicio del sacerdocio ya no se arrodillaba ante el Sagrario, no usaba el clerygman, etc. y en su trabajo tenía que arrodillarse ante una rueda de auto para cambiarla y cada día usar el uniforme de la estación de servicio, etc… En el mes redescubrió a Jesús en su vida y que Él merecía toda su vida, volvió al ministerio y sigue al Señor en un Instituto religioso.
  Puedo dar testimonio de situaciones imposibles de resolver humanamente y que en pocos días se abrió un horizonte imprevisto; testimonios de perdón dados después de años de resentimiento, de paz recibida después de años de angustia, de fe recobrada, de esperanza acrecentada y de amor a Dios y a los hombres recibido de lo alto.
 

  Con S. Ignacio recomendaría a todos pedir el deseo de Dios y abrirse a su presencia y a su acción para así ordenar la vida que con tanta facilidad se nos desordena, entrar “con ánimo y liberalidad”, es decir; con hambre y sed del Dios vivo y a la vez disponible a su acción. Aquí está la clave de todo y el secreto de la vida según nuestro Señor.
  La santidad consiste en hacer nuestro el querer de Dios y para esto hay que discernirla. Además, como decía Dostoievski: “El problema del hombre es mentirse a sí mismo", así que tenemos este enemigo en contra, a lo que se agrega la contaminación cultural, lo que provoca en nosotros lo que es la característica de nuestro siglo: la confusión.

   Para un discernimiento cuando uno no tiene tiempo para hacerlo, el criterio fundamental para el que quiere caminar en Dios es la paz. Todo proyecto, deseo… que dé paz o abra a la paz hay que considerarlo del Señor, ya que Él es la fuente de la paz, el Dios de todo consuelo como dice S. Pablo. Y todo lo contrario, cuando me provoque desazón, intranquilidad, etc, se puede suponer que es el del mal espíritu. Si uno tiene que hacer un discernimiento importante, además y en primer lugar de recurrir a la oración personal y a la que se pida a otros, hay que tener un acompañante espiritual para ir confrontando el discernimiento.
   Finalmente, si no hay movimientos espirituales se puede tomar una hoja y dividirla en cuatro partes, poniendo sobre las dos primeras columnas una de las opciones y sobre las dos siguientes la alternativa. En el encabezado de la primer columna hay que poder “a favor” y en el de la segunda “en contra". Lo mismo se hace en las otras dos columnas. Y todos los pensamientos que vengan a favor o en contra hay que ir escribiéndolo. Después de unos días hay que ver con el acompañante espiritual las motivaciones de las columnas y ver cuál tienen más peso racional-evangélico, es decir que no sea solamente algo sensual. Se pueden juntar las motivaciones de la primera columna con las de la cuarta y las de la segunda con la tercera porque se refieren a lo mismo. No se trata de ver la cantidad de motivaciones sino sobre todo la calidad de las mismas.
  Para discernir la voluntad de Dios hay que tener vínculos con el Señor, ya que en la relación con Él se va aprendiendo a discernir, sea en la oración como en la vida activa. 

    Todo esto lo experimenté en mi propio discernimiento a la vocación sacerdotal.  Dios me fue manifestando su querer desde niño viendo un sacerdote de la familia y queriendo interiormente ser como él. Ese deseo me acompañó siempre. Por supuesto que creciendo vinieron a mi mente otras opciones, pero sin desaparecer ese anhelo profundo. Mucho me ayudó a discernir los “signos” que el Señor fue poniendo en mi camino. Por ejemplo, al pasar cerca de una capilla que siempre estaba cerrada por la falta de presbítero sentía por dentro: “Tú tienes que llenar ese vacío”. También veía que los jóvenes tenían de todo, menos a Dios y quería predicarles al Señor y darles su perdón en el sacramento de la penitencia. Unos Ejercicios Espirituales me ayudaron a ver todo con más claridad, pero lo que me llevó a decidirme fue el proceso realizado en la Dirección Espiritual, donde fui dándome a conocer sin secretos en lo bueno y en lo malo. Todo me hizo ver con gran certeza, no con seguridad matemática, por donde quería Dios que lo siguiera.


   El P. Francisco de Paula Vallet, fundador de CPCR por Dios entregó su vida, con todas las letras y lo hizo dándose hasta el agotamiento por la salvación de los hombres. Siempre defendió a la Iglesia: “Tenemos un faro de la verdad, Roma. Seamos apasionados por Roma. Tengamos por cierto que el que se ha desafeccionado de Roma ha caído en el error…” Habría muchas citas de nuestro Padre Fundador que me inspiran. Va un botón de muestra: “¡Cenáculos de amor y consumación! Si no se mueven, si no tiene por objeto principal y único… el llevar al mundo, con la gracia de Dios, el amor unitivo, que son las ansias del Corazón de Jesús… no habrán cumplido con el objetivo de su creación".
P. Hugo Maximino,  CPCR

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