UNA CREATIVIDAD HONESTA PARA EL BIENESTAR


   La crisis presente nos abruma. Afecta a todos. ¡A unos más que a otros, todo hay que decirlo! Pero todos nos quejamos. Como si todos quisiéramos lavarnos las manos y declararnos disimuladamente inocentes Y eso no. Todos somos culpables de esta crisis honda que remueve hasta los cimientos personales y sociales. Pero también aquí conviene afirmar que culpables, unos mucho más que otros.

   Todos fuimos invitados a embarcarnos en un crucero de lujo y placer -¡tan de moda!- de alto costo. Eso ha sido la sociedad de consumo. Y todos accedimos, nos subimos, disfrutamos mucho y gastamos más todavía. Y en pleno jolgorio y fiesta encallamos. Nos asustamos. Queremos bajarnos y no podemos. Es más, vemos y padecemos que el barco hace agua por los cuatro costados. ¿Y ahora? Ahora empezamos a pagar las consecuencias. Empezamos a gritar atolondrados: ¡sálvese quien pueda!  
   Nos hemos puesto a denunciar y a criticar, a tener mucho miedo, pero somos incapaces de afrontar con creatividad honesta, que es como más se construye, qué es lo más oportuno hacer y cómo hacerlo. No es el momento de repartir culpas, sino tareas necesarias y responsables sin encararse airados, sino pensando todos en el bien mejor que puedo hacer por los otros, por el bien de todos. 
   Si no somos capaces de hacerlo, es que hemos perdido los valores humanos más fundamentales: el sentido de la vida, de la fraternidad, la altura de miras que busca un futuro más humano lleno de bien, de verdad, de bondad, de igualdad y colaboración por el bien de todos. 
   Donde Dios sea el sol ardiente que ilumina, calienta y orienta toda conciencia personal y toda relación social y de bien común. Donde los más necesitados y más débiles sean los primeros y mejor atendidos, porque la esperanza debe alentarnos a todos, empezando por ellos. Donde tener lo necesario para todos sea prioritario. Donde lo superfluo esté demás y corresponde a quien tiene menos. Donde los bienes de todos estén cargados en sí mismos con una hipoteca social que no habrá que olvidar para que los bienes de producción tengan un objetivo claro y justo: la persona y su bienestar familiar y social. Donde la moral sea lo primero e imprescindible, porque no todo vale, ni es lo mismo los fines que los medios. 
   Para todo esto, repetimos, es necesario poner en juego de inmediato, y todos, la creatividad honesta. La sola denuncia y crítica resulta estéril y frustrante; y por supuesto, acaba ahogándonos a todos en la amargura y la desesperanza. Despertemos del sueño: la "sociedad del bienestar" que nos predican aún los mercaderes de Manmón, ha concluido. Empezará el bien estar con lo suficiente y necesario. Sin gastos superfluos. Esto es bueno. Es hora de Gracia. 

   ¿Qué entendemos por creatividad honesta? Ante todo ir a la raíz. Lo que estamos viviendo son los frutos amargos, podridos incluso, del árbol de una vida social, familiar, nacional e internacional. ¿Qué significa esto, sino que las raíces de tal árbol están enfermas y mal alimentadas? Es conocido de todos y viene del Evangelio: "Todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos" (Mt 7,17). Tenemos aquí luz suficiente para tomar posición. Esta luz es norte para el creyente y cuestiona y ayuda a toda persona que sea medianamente sensible a la dimensión ética de la existencia. La máxima evangélica nos hace comprender "que, aunque a veces los acontecimientos nos desconcierten, nada ocurre sin una causa que lo explique". Traducido a nuestra crisis: lo que está ocurriendo no carece de explicación; de determinados presupuestos (no los económicos, sino los de principios y valores), de determinadas actitudes y comportamientos, de determinadas estructuras e instituciones, etc. Por eso estamos donde estamos. Los "frutos" malos, revelan un "árbol enfermo". Hay que airear y sanar las raíces. Están ocultas y dan más trabajo. Pero se renovarán, aunque no de un día para otro. Y el árbol dará buenos frutos. 

   Creatividad honesta es también olvidarse un tanto de sí por el bien de los demás; es ser siempre justo y moral; es ser laborioso y ni siquiera mínimamente corrupto; es ser verdadero y no mendaz; es empezar siempre por los de arriba (poder y tener) y desde ahí hacia abajo, tanto en los poderes del Estado como en cualquier otro. Vivir desde el Evangelio nos dará savia nueva. Lograremos una vida más humana y más cristiana. Esto es de verdad Nueva Evangelización. 
P. Gregorio Rodriguez, cpcr



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