SILENCIO DE DIOS

Silencio.
Es la tonalidad de la jornada.
Silencio, porque Dios calla.
Silencio, porque Cristo yace en el sepulcro.
Silencio lleno de expectativa, de esperanza.

¿Hay una noche que no acabe con el alba, con el despuntar de un nuevo día?
Silencio.
Silencio de la Madre, que triturada por el dolor, por el sufrimiento compartido del Hijo, espera.
Espera.
"Será grande, será llamado Hijo del Altísimo. El Señor dios le dará el trono de David su padre y su Reino no tendrá fin".
Todo parece mentira. Pero ella sabe que todo no está acabado. "¿Cómo será esto?"En silencio ella sigue ofreciéndose y espera.

Contrasta el silencio de María con la agitación de las Santas Mujeres que preparan los unguentos, los lienzos, los perfúmenes para embalsamar y atisban el alba.
Contrasta con la agitación de nuestro mundo de conflictos, de guerras, de diversión, de dispersión...
Jornada para acompañar a la Madre, para dejarnos purificar en su pecho materno.
Como “centinelas en la noche”, junto a María  esperamos la luz del Resucitado.

Y hoy nuestros ejercitantes, después de un buen baño de silencio y de intimidad con el Señor vuelven a sus hogares, a sus realidades eclesiales y sociales. Han sido días intensos, de gracia, de misericordia.
Gracias de su parte a todos los que les habéis acompañado con vuestra oración.
Les seguimos consagrando al Corazón de la Madre para que sean testigos fieles de su Hijo Resucitado.

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