La Palabra de Dios y el silencio

    El camino de la Cuaresma, que nos ayuda a prepararnos para la celebración de la Pascua, ya se acerca a su final. Cuando nos acercamos ya a la Semana Santa, deseo proponer lo que dice el Santo Padre sobre la Palabra de Dios y el silencio.
     Se ha escrito que hoy no vivimos sólo una crisis de valores sino también una crisis de inteligencia. Somos hombres y mujeres súper informados, pero constatamos que tenemos serias dificultades para pensar, para hacer un discernimiento y una selección al alud de noticias que se nos propone. Lo que más necesita el hombre de hoy es una vía interior. Pascal ya escribió que “la mayor desgracia de los hombres consiste en que no saben estar en silencio en su habitación”.
     “Nuestro tiempo no favorece el recogimiento”, dice el Papa en su exhortación pastoral (n. 66). Por eso propone nada menos que “educar al Pueblo de Dios en el valor del silencio” y afirma que “redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego interior”. Y recuerda una cita donde la gran tradición patrística  nos enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio. Sólo en el silencio la Palabra de Dios puede encontrar morada en nosotros, “como ocurrió en María –dice el Santo Padre-, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente”.
     He leído algunos escritos de estudiosos de la liturgia y me ha sorprendido que insisten en la necesidad de evitar la saturación de palabras en las celebraciones de la fe y en conceder su justo lugar al silencio, no como un “tiempo vacío”, sino como un espacio para la interiorización de la palabra pronunciada y sobretodo de la Palabra –escrita con mayúscula-, es decir de la Palabra de Dios que para nosotros, los cristianos, es la persona misma de Jesucristo, en lo que enseñó y en lo que hizo (verba et facta Christi).
     Cita el Papa una sentencia de uno de los sermones del gran San Agustín, que tenía el secreto de aquellas afirmaciones tan sobrias como lapidarias y que son una invitación a rumiarlas en el silencio. Dice así  en latín. “Verbo crescente, verba deficiunt”. Es decir, “si crece la Palabra, no hacen falta palabras”
     Los estudiosos de la liturgia subrayan la necesidad de la participación activa tanto interior como exterior. A menudo la interior resulta más laboriosa que la exterior, pero es la más importante. Por esto mismo, no sorprenderá a nadie que el Papa nos invite a “celebrar la liturgia de la Palabra de manera que favorezca la meditación” y que es necesario observar los silencios previstos “como parte de la celebración”.
     Invito, pues, a todos a secundar esta “pedagogía del silencio”, que constituye una oportuna terapia mental para todos nosotros, hombres y mujeres de este tiempo. Para que, gracias a esta terapia humana, alcancemos también una superior terapia del espíritu, que nos lleve, con la ayuda del Espíritu Santo, a acoger la Palabra de Dios en nuestro corazón.
     + Josep Àngel Saiz Meneses
     Obispo de Terrassa

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