ALMA DE CRISTO...



En el texto autógrafo, Ignacio encabeza el libro de los Ejercicios Espirituales con la oración del Alma de Cristo, una oración antigua medieval a la que Ignacio tenía una muy especial devoción. 
En este tiempo cuaresmal os proponemos meditarla juntos.
Alma de Cristo, santifícame
Los problemas del alma, es decir, la falta de aliento, de estancamiento en la vida espiritual, la presencia del cansancio en la propia vida, el desánimo frente a la propia mediocridad. Entonces, Alma de Cristo santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame
Los problemas del cuerpo, cuando uno siente que el cuerpo es un estorbo y una dificultad; cuando se da la contradicción  entre lo que se quiere y lo que se hace, entre los deseos y la realidad; cuando se comienza a constatar la falta de fuerza física y las correspondientes limitaciones. Entonces, Cuerpo de Cristo, sálvame. 
Sangre de Cristo, embriágame
Los problemas de tibieza, de demasiado cálculo en la propia vida, de egoísmos, de búsqueda de comodidad; cuando uno está consciente de la falta de generosidad y de la falta de mayor compromiso en su vida, de la falta de entrega y de la desolación. Entonces, Sangre de Cristo, embriágame.  
Agua del costado de Cristo, lávame
El problema del pecado y de la falta repetida, las mismas recaídas, los malos hábitos, el engaño sobre la propia vida; otras veces, un pasado que pesa demasiado y que aún hace sentir impuro y falso. Entonces, Agua de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame
Los problemas del dolor, de dificultades exteriores e interiores, propios y ajenos; la dificultad de controlar los propios sentimientos, los miedos, los aburrimientos, las tristezas; el temor frente a las dificultades y el horror frente al dolor. Entonces, Pasión de Cristo, confórtame.


¡Oh buen Jesús, óyeme!
Los problemas de oración, es decir, cuando la misma oración se ha vuelto problema porque la verdad es que no se cree del todo ni a fondo, o porque no se sabe rezar o porque se siente que Jesús no escucha, o porque no se cree en la misericordia. Entonces, ¡Oh buen Jesús, óyeme!
Dentro de tus llagas, escóndeme
Los problemas de la superficialidad al darse cuenta que no se vive en profundidad, aún más, que uno vive tal como es modelado por otros; que uno está demasiado condicionado, excesivamente esclavo de las circunstancias que lo rodean; que se vive sin coherencia y sólo hacia fura, sin profundidad ni convicción. Entonces, Dentro de tus llagas, escóndeme.  
No permitas que me aparte de ti
Los problemas de la afectividad espiritual cuando se comprende pero no se siente, cuando se predica pero no se conmueve; cuando la fe se vuelve demasiada fría, excesivamente racional; cuando la Persona de Jesús se ha vuelto un concepto o una idea; quizás hubo un pasado cuando uno gozaba en la presencia de la cercanía divina pero ahora ha entrado la amargura, el cinismo para poder sobrevivir sin dolor y sin demasiadas preguntas: entonces, No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo defiéndeme
Los problemas de una situación difícil y agobiante, cuando se siente que los demás se aprovechan de uno, cuando uno se topa constantemente con el egoísmo de otros, cuando da miedo ser el primero y atreverse para no hacer el ridículo; cuando la atracción por el poder, el prestigio, la riqueza se hace muy fuerte. Entonces, Del enemigo malo, defiéndeme.  
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti para que con tus ángeles te alabe por los siglos de los siglos.
AMÉN   
 




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