María, “Madre de Dios”



María,  “Madre de Dios”: una muchacha, jovencita, de un pequeño pueblecito, Nazaret, que seguramente no sabía leer ni escribir, es la “Madre de Dios”. Esta expresión sólo puede ser entendida bajo la perspectiva de una bendición especial de Dios.

Y las lecturas apuntan en este sentido. En la primera lectura escuchamos las palabras con las que Dios sugiere a Moisés cómo se ha de bendecir al Pueblo de Israel. Es la bendición de Dios más antigua de la Biblia y una de les más bonitas. Hoy esta lectura nos recuerda que la bendición de Dios se hará especialmente presente, evidente, en María. “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.
En el salmo hemos cantado la respuesta diciendo: “El Señor tenga piedad y nos bendiga”.

San Pablo nos ha hablado que al llegar la plenitud de los tiempos hemos recibido a través de una mujer la bendición de Dios más grande para la Humanidad, el Hijo de Dios.

Y en el evangelio hemos contemplado la gran bendición de Dios, el nacimiento de Jesús de las entrañas de María y como los pastores son los primeros en reconocer esta gran bendición.

Ella es la bendecida, la bienaventurada (“desde ahora me felicitarán todas las generaciones). María “nos habla” de un Dios que bendice abundantemente, generosamente, hasta el punto de hacer de una jovencita de pueblo, la “Madre de Dios”. Podemos decir que María es icono de un Dios que bendice. De esta idea de María como icono de un Dios que bendice surgen algunas expresiones litúrgicas muy bonitas:

.  “imagen y primicia de la Iglesia gloriosa
.  modelo de esperanza cierta (ella la bendecida fuente de esperanza)
.  consuelo del pueblo que camina” (ella ... fuente de consuelo)
(prefacio de la Asunción de la Madre de Dios)
Hoy, al mirar, al contemplar a María, Madre de Dios, redescubrimos un Dios que bendice
Un Dios que hace bajar sus bendiciones del cielo
Un Dios que hace cosas sorprendentes
Un Dios que hace de una muchacha la Madre de Dios
Un Dios que ha hablado por boca de los profetas
Un Dios que nos ha hablado a nosotros en la persona del Hijo
Un Dios que nos envía el espíritu del Hijo, que hace clamar en nuestros corazones “¡Abbá, Padre!”
Mirar a María,  Madre de Dios nos lleva a confiar más en Dios, a hacernos presente un Dios que bendice.

Yo cuando rezo el padrenuestro, me gusta imaginar una lluvia de gracias sobre mi pueblo. Me gusta imaginar que cada una de las siete peticiones que hacemos en el padrenuestro, provoca una lluvia de gracias de Dios sobre nosotros, y me hago la imagen de que todo queda empapado de su gracia. O a veces, cuando lo rezo pienso en un colectivo concreto: las catequistas, los voluntarios de Cáritas, los vigilantes de la iglesia, etc... para que queden llenos de las gracias que pedimos en el padrenuestro.

Ahora empezamos un nuevo año, siempre esperamos que sea mejor que el anterior, pero no pongamos  nuestras esperanzas en frágiles promesas humanas, en nosotros mismos, en la suerte, en el destino... Que  nuestra esperanza tenga su razón de ser en la bendición de Dios. ¡¡Quién sino Él!!

Con los adolescentes utilizo un gesto cargado de simbolismo: una jarra, un vaso y agua. Si el vaso se coloca bien, el agua cae dentro, si el vaso se coloca al revés, el agua cae fuera... La conclusión muy fácil: de nosotros depende recibir la bendición de Dios, de Dios. Él seguro que nos quiere bendecir abundantemente.

En este año que iniciamos, pidamos el don de ser vasos que se coloquen bien para poder recibir tantas bendiciones que Dios nos quiere dar y hagámoslo mirando a María,  icono de las bendiciones de Dios.
Francesc Jordana

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