¡Dios andando entre los hombres, como un hombre cualquiera!



 
Me gustaría empezar situándonos quince días antes de la escena del bautismo de Jesús que ayer hemos contemplado.

Jesús, quince días antes está en su casa, en Nazaret, con su madre, y entiende que ha llegado el momento de partir, el momento de iniciar su vida pública, y marcha de casa. No quiero centrarme en la relación madre-hijo, sino en el itinerario que hace de Nazaret a la zona del río Jordán donde Juan bautizaba. Un itinerario de más de cien kilómetros, estaría  cinco-siete días para hacerlo, haciendo vivac, “vivaqueando”, durmiendo al raso, cansándose, comiendo de lo que llevaba, pidiendo comida en las casas que se encontraba por el camino, bebiendo agua del río, pasando calor, por la noche un poco de fresco, hablando con otros peregrinos que iban a encontrar a Juan. A mí, me impresiona mucho esta contemplación de la vida itinerante de Jesús.

¡Dios andando entre los hombres, como un hombre cualquiera! ¡Qué abajamiento! ¡Qué pobreza! ¡Qué sencillez! ¡Qué humildad! A mí, este Dios me admira profundamente, Jesús itinerante, me emociona, me enamora.
Contemplarlo itinerante me ayuda a ser más sencillo, más humilde, más austero. Es necesario que su manera de ser y de hacer ilumine nuestra manera de hacer y de ser.

Casualmente, esta fiesta cae en medio de las rebajas. Después de la Navidad, una nueva apoteosis del consumo. Realmente, al ir a comprar hemos de mirar que nuestras compras encajen con el estilo de Jesús. Y en este sentido, como que estamos tan imbuidos de la cultura consumista, nos hace falta revisarnos seriamente.

           .    ¿Me es necesario esto que voy a comprar?
           .    ¿Encaja con el estilo de Jesús?
           .    ¿Podría pasar sin comprarlo?
           .    ¿No sería más cristiano y mejor dar este dinero a alguien que lo necesitase de verdad?

Encuentro que son preguntes pertinentes para un seguidor del Cristo. No podemos dejar de mirar la realidad que nos rodea, porque a través de ella Cristo nos habla. No podemos dejar de compadecernos de las persones necesitadas porque Cristo está presente en ellas.
 
Malgastar  el dinero es pecado, comprar cosas que no necesitamos, es pecado. Es pecado, porque va contra los valores de Jesús. Es pecado, porque nos perjudica, y perjudica a nuestros hermanos necesitados.

La “felicidad” que nos dan las cosas ¡es tan huidiza! En  nuestra oración contemplemos a Jesús itinerante, sencillo, pobre, humilde, y feliz, y feliz. Y tendremos ganas de vivir como Él. 
Francesc Jordana

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