PON FE
Quiero primero darle las gracias por el testimonio de fe que ustedes
están dando al mundo. Siempre oí decir que a los cariocas no les gusta
el frío y la lluvia. Pero ustedes están mostrando que la fe de ustedes
es más fuerte que el frío y la lluvia. ¡Enhorabuena! Ustedes son
verdaderamente grandes héroes.
Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se
llena de alegría. Recuerdo la primera Jornada Mundial de la Juventud a
nivel internacional. Se celebró en 1987 en Argentina, en mi ciudad de
Buenos Aires. Guardo vivas en la memoria estas palabras de Juan Pablo II
a los jóvenes: “¡Tengo tanta esperanza en vosotros! Espero sobre todo
que renovéis vuestra fidelidad a Jesucristo y a su cruz redentora”
El tren de esta Jornada Mundial de la Juventud ha venido de lejos y
ha atravesado la Nación brasileña siguiendo las etapas del proyecto
“Bota fe - Poned fe”. Hoy ha llegado a Río de Janeiro. Desde el
Corcovado, el Cristo Redentor nos abraza y nos bendice. Viendo este mar,
la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús
llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades.
Hoy
Jesús nos sigue preguntando: ¿Querés ser mi discípulo? ¿Querés ser mi
amigo? ¿Querés ser testigo del Evangelio? En el corazón del Año de la
Fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano.
Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la
fe. Cristo ha crecido en ustedes. Hoy quiere venir aquí para
confirmarlos en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes,
pero he venido yo también para ser confirmado por el entusiasmo de la fe
de ustedes. Ustedes saben que en la vida de un obispo hay tantos
problemas que piden ser solucionados. Y con estos problemas y
dificultades, la fe del obispo puede entristecerse, Qué feo es un obispo
triste. Qué feo, que es. Para que mi fe no sea triste he venido aquí
para contagiarme con el entusiasmo de ustedes.
Los saludo con cariño. A ustedes aquí presentes, venidos de los cinco
continentes y, a través de ustedes, saludo a todos los jóvenes del
mundo, en particular a aquellos que querían venir a Río de Janeiro, y no
han podido. A los que nos siguen por medio de la radio, y la televisión
e internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta fiesta de la fe!
"Qué bien se está aquí", exclamó Pedro, después de haber visto al Señor
Jesús transfigurado, revestido de gloria. ¿Podríamos repetir también
nosotros esas palabras? Pienso que sí, porque para todos nosotros, hoy,
es bueno estar aquí reunidos en torno a Jesús. Él es quien nos acoge y
se hace presente en medio de nosotros, aquí en Río. Pero en el Evangelio
también hemos escuchado las palabras del Padre: "Éste es mi Hijo, el
escogido, escuchadle" (Lc 9,35).
Por tanto, si por una parte es Jesús el que nos acoge; por otra, también
nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra, porque
precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el
Espíritu nos transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en
nosotros las alas de la esperanza para caminar con alegría (Lumen fidei, 7).
Pero, ¿qué podemos hacer? "Bota fé – Pon fe". La cruz
de la Jornada Mundial de la Juventud ha gritado estas palabras a lo
largo de su peregrinación por Brasil. ¿Qué significa "Pon fe"? Cuando se
prepara un buen plato y ves que falta la sal, "pones" sal; si falta el
aceite, "pones" aceite… "Poner", es decir, añadir, echar.
Lo mismo pasa en nuestra vida,
queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena,
como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de
ustedes: "pon fe" y tu vida tendrá un sabor nuevo, tendrá una brújula
que te indicará la dirección; "pon esperanza" y cada día de tu vida
estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; "pon
amor" y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu
camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan
contigo. ¡Pon fe, pon esperanza, pon amor!
Pero, ¿quién puede darnos esto? En el Evangelio hemos escuchado la
respuesta: Cristo. "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Jesús es
quien nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se
transforma, se renueva y nosotros podemos ver la realidad con ojos
nuevos, desde el punto de vista de Jesús, con sus mismos ojos (Lumen fidei, 18).
Por eso hoy les digo con fuerza: "Pon a Cristo" en tu vida y encontrarás
un amigo del que fiarte siempre; "pon a Cristo" y verás crecer las alas
de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; "pon a
Cristo" y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda.
Hoy me gustaría que todos nos preguntásemos sinceramente: ¿en quién
ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús?
Tenemos la tentación de ponernos en el centro, de creer que nosotros
solos construimos nuestra vida, o que es el tener, el dinero, el poder
lo que da la felicidad. Pero no es así.
El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez,
la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a
querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos, y
terminamos empachados, pero no alimentados y es muy triste ver una
juventud empachada, pero débil. La juventud tiene que ser fuerte,
alimentarse de su fe y no empacharse de otras cosas”.
¡"Pon a Cristo" en tu vida, pon tu confianza en él y no quedarás
defraudado! Miren, queridos amigos, la fe lleva a cabo en nuestra vida
una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del
centro y pone en él a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da
seguridad, fuerza, esperanza. Aparentemente no cambia nada, pero, en lo
más profundo de nosotros mismos, todo cambia.
En nuestro corazón habita la paz, la dulzura, la ternura, el entusiasmo,
la serenidad y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo (cf. Ga
5,22) y nuestra existencia se transforma, nuestro modo de pensar y de
obrar se renueva, se convierte en el modo de pensar y de obrar de Jesús,
de Dios. En el Año de la Fe, esta Jornada Mundial de la Juventud es
precisamente un don que se nos da para acercarnos todavía más al Señor,
para ser sus discípulos y sus misioneros, para dejar que él renueve
nuestra vida.
Querido joven, querida joven: "Pon a Cristo" en tu vida. En estos días,
Él te espera en su Palabra; escúchalo con atención y su presencia
enardecerá tu corazón. "Pon a Cristo": Él te acoge en el Sacramento del
perdón, para curar, con su misericordia, las heridas del pecado. No
tengas miedo de pedir perdón. Él no se cansa nunca de perdonarnos, como
un padre que nos ama.
¡Dios es pura misericordia! "Pon a Cristo": Él te espera en el encuentro
con su Carne en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su
sacrificio de amor, y en la humanidad de tantos jóvenes que te
enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te
enseñarán el lenguaje de la caridad, de la bondad, del servicio. También
tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su
amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a
este mundo nuestro.
"Qué bien se está aquí", poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor
que él nos da, en nuestra vida.
Queridos amigos, en esta celebración
hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida.
Con María, queremos ser discípulos y misioneros. Como ella, queremos
decir "sí" a Dios. Pidamos a su Corazón de Madre que interceda por
nosotros, para que nuestros corazones estén dispuestos a amar a Jesús y a
hacerlo amar. ¡Él nos espera y cuenta con nosotros! Amén.
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