Alegría y buen humor



    La alegría es más alegría cuando se comparte con las personas a las que queremos.
   Así nos lo recuerda San Agustín: «Cuando están involucrados en la misma alegría, la alegría de cada uno es más abundante, ya que todos se encienden unos a otros». O como dice Jean Vanier: «La risa es un alimento importante. Es terapéutico y alimenticio que la comunidad estalle de risa hasta llorar. No se trata de reírse 'de' sino de reír 'con'». Es la alegría que se hace comunión.
   Es sano aprender a reír con otros. Aunque el deporte que más practicamos es el de reírnos de los defectos de los demás. Nos gusta más reírnos de los errores de los otros, comentar sus caídas y sonreír ante las debilidades ajenas. Sin embargo, ¡cuánto escasea un humor sano y sencillo, puro y humilde! Un humor cálido y trasparente cambia la atmósfera que nos rodea y nos ayuda a ver a Dios en los demás. 




    Muchas cosas pierden importancia cuando las vivimos con alegría, con risas, sin tomarnos demasiado en serio.
    El sentido del humor es fundamental para la vida. Tenemos que aprender a reírnos de nosotros mismos, de nuestros propios defectos o confusiones. Si perdemos esa capacidad nos pondremos serios en seguida y no aceptaremos las críticas. Porque muchas veces nos ocurre lo que leía hace poco: «Es cierto que me desestabilizo fácilmente cuando me hacen reproches, cuando me critican». Por eso es tan importante alegrarnos juntos y disfrutar de los regalos de cada día. 
    Una familia que ha perdido la risa, acaba perdiendo la esperanza y el deseo de vivir de verdad. Una familia que ríe unida crece en su unidad.

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