Oración matinal judía


Escucha mi voz suplicante en la mañana. 
Es desde por la mañana que aspiro hacia Ti.
Una noche más viene de pasar: vivo, existo, 
asisto una vez más a las maravillas de tu creación. 
¡Que mi primer pensamiento sea para ti Señor, 
que mi primera palabra sea un acto de agradecimiento!
¡Y cómo agradecerte Padre, Padre supremo, fuente de toda bondad! 
¿Con qué palabra mi alma mortal puede expresar mis acciones de gracias? 
De nuevo me veo rodeado de todos los míos. 
Eres tú que has velado sobre ellos durante los peligros de la noche. 


Eres tú que me los has devuelto en esta mañana, 
pues el Pastor de Israel no duerme ni reposa.
¡Qué bueno debes ser Señor, Tú que colmas al hombre de tanta felicidad. 
Y sin embargo cuantas veces no me habré mostrado ingrato hacia tus bienes. 
Cuantas veces me he revelado contra tus santos mandamientos. 
La fe ¿ha sido siempre mi luz? 
¿La esperanza mi consuelo? 
¿El amor el móvil de todas mis acciones? 
¿Cuantas veces en lugar de aspirar hacia el bien, 
he alimentado sentimientos de vanidad y orgullo? 


Recibe esta mañana, oh Padre Celeste, 
mi voto solemne de caminar desde ahora en tus vías, 
de obedecer a tus mandamientos, 
de socorrer al pobre, 
de consolar al infeliz, 
de amar a todos mis hermanos. 
Hoy quiero preservar mi cuerpo de todas las malas pasiones, 
de todas las debilidades condenables, 
ser humilde para ti, 
caritativo para mi prójimo, 
alegrarme de su felicidad.


Sostenme en los combates 
que afrontaré contra mis malas inclinaciones, 
y si mis fuerzas vienen a faltarme, 
ven en mi auxilio, pues eres el sostén de las almas débiles y sinceras.
Eres Tú que has sostenido a nuestro padre Israel 
en su lucha milagrosa contra el ángel de las tinieblas: 
vela sobre mi, o Padre mío, 
y hazme digno de tus beneficios. 
Amén

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