Icono de Cristo entre nosotras


   Vivir en comunidad es una gran alegría. Alegría incrementada en las fiestas. Y es que como dice el Kempis, "la vida del cristianos nos conduce de una fiesta a otra".
  ¿Pero qué fiesta van a inventarse ahora estas monjas? ¿No tendrán devoción excesiva a 'San Queremos' para estar tan a menudo festejando acontecimientos?
   Pues, no es San 'Queremos' que festejamos hoy, sino que hoy es una gran fiesta, la fiesta de la Madre Superiora que está bajo el patrocinio de Sta. Verónica (que quiere decir "verdadero icono"). Y la fiesta de la Madre es la fiesta de la comunidad.
   Nuestra Madre lleva bien su nombre, pues para nosotros la autoridad es un icono inmediato y accesible de Cristo en medio nuestro, que vela por nosotras. Cristo servidor por excelencia que nos conduce y nos procura alimento, no sólo material sino sobretodo, el que necesitan nuestras almas. 


  En este sábado blanqueado no sólo  por el terrible frío y la nieve, sino por el Corazón Inmaculado de María, confiamos a la Virgen a nuestra Madre para que ella le alcance todas las gracias que más necesita para ser cada día más perfectamente el icono vivo de Cristo en medio nuestro.


"Te encomendamos, Virgen de la Visitación, las almas consagradas, 
para que sepan acudir a las necesidades humanas 
con el fin de socorrerlas, pero sobre todo para que lleven a Jesús. 
Enséñales a proclamar las maravillas que el Señor hace en el mundo, 
para que todos los pueblos ensalcen su nombre. 
Sostenlas en sus obras en favor de los pobres, de los hambrientos, 
de los que no tienen esperanza, de los últimos 
y de todos aquellos que buscan a tu Hijo con sincero corazón. 
A ti, Madre, que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas 
en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo, 
elevamos confiados nuestra súplica. 
Tú que has hecho la voluntad del Padre, 
disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza 
y acogedora en la virginidad fecunda, 
alcanza de tu divino Hijo, 
que cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada, 
sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, 
caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, 
hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso. 
Te lo pedimos, para que en todos y en todo sea glorificado, 
bendito y amado el Sumo Señor de todas las cosas, 
que es Padre, Hijo y Espíritu Santo"
Juan Pablo II, Vita Consecrata
 

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