NO OLVIDÉIS EL AMOR

  « No olvidéis el amor »
  Es el titulo de un apasionante libro del convertido André Frosard sobre san Maximiliano Maria Kolbe.
   Titulo sugestivo. Y creo que no solo el P. Kolbe en esta gran fiesta nos daria esta consigna. La podríamos escuchar de tantos y tantas bienaventurad@s que nos acompañan en nuestras vidas desde el más allá. 
 
   Sí, multitudes son aquellos que desde el “balcón del cielo” nos recuerdan que nada es más importante que el Amor. El Amor que Dios nos tiene, Amor infinito y desbordante que no acabamos de acoger, porque no acabamos de creer en El. Amor a los demás, a los que El mismo ama, y a los que El mismo quiere amar a través nuestro.

   ¿Utopía? Preguntemos a las multitudes de santos de todo tipo, de toda  raza, lengua, pueblo y nacion; ninos, jovenes, ancianos; grandes personajes y aquellos de los que nunca se habló, los sabios y los que quizás fueron analfabetos según la carne, los que hicieron grandes proezas, y los que consumieron su vida anónima mente quien en un trabajo cualquiera, quien en un lecho durante años, en la monotonia del sacrificio segun la expresion de sta. Teresa de Lisieux... Aquellos que pasaron junto a nosotros y aquellos que ofrecieron sus vidas por nosotros aunque no nos conocieran. Ellos nos responderán lo que le gustaba repetir a Juan Pablo II: “El amor siempre vence, el amor no es vencido nunca”.

   “No olvidéis el amor”.
    En nuestra vulnerabilidad, en nuestra debilidad no dudemos pedir a todos los santos: a aquellos de los cuales llevamos el nombre, a los que conocemos, los que nos preferimos más por el ejemplo de su vida, a los que vivieron cerca de nosotros, a los que ignoramos, que nos enseñen esta ciencia del amor que no tiene fecha de caducidad.
    San Ignacio nos hace recurrir a esta poderosa intercesión en los momentos claves de sus Ejercicios Espirituales, cuando necesitamos obtener gracias particularmente importantes: la conversión, responder a la llamada de Cristo nuestro Rey y conformar nuestra voluntad a la suya, para “en todo amar y servir”... Os confieso que en esas meditaciones me gusta considerar a los santos entorno al trno de Dios como esos "hinchas" de las manifestaciones deportivas que van a sostener y animar a su equipo: "Vamos!, tu puedes. Si nosotros hemos llegado a la santidad siendo de tu misma pasta, tu también puedes. Animo. Vale la pena!"

   Ellos no llegaron por sus propias fuerzas. Ellos son un triunfo de la poderosa misericordia, Bondad, Belleza, Verdad divinas en las criaturas vulnerables que somos los humanos.
  La Iglesia es mucho más grande y tiene mucha más vitalidad de lo que pensamos porque no sólo está compuesta de los pobres terrícolas que la habitamos hoy. Más allá de la muerte todos formamos un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo, en donde todos los miembros son solidarios. 


  Y los muertos... VIVEN. Estamos rodeados de tant@s vivos que viven en medio nuestro, invisiblemente. No solo entonan en varias tonalidades maravillosas continuos "Aleluias" o "Sanctus" al Cordero de Dios. Son gente superactiva  que no cesan de interdecer con Jesucristo por nosotros ante el Padre, en medio de todas nuestras necesidades.


   La comunion de los santos del cielo, de la tierra, y del purgatorio, también quiere decir que nosotros podemos ayudar a los difuntos que aún viven un proceso de purificación, ofreciendo nuestras oraciones y sacrificios por ellos: Estas almas que no pueden merecer nada por ellas ya, pero que nos ayudan desde el purgatorio, merecen también nuestra colaboración en su proceso de purificación. Es lo que celebraremos mañana.

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