Testimonio de Ejercicios de un joven
Este fin de semana tenemos cerca de 20 jóvenes haciendo Ejercicios en nuestra casa. Esperando sus testimonios os compartimos uno que nos dejó desde su tanda del año pasado uno de nuestros actuales seminaristas
"Recuerdo con mucha alegría los Ejercicios
Espirituales que hice en Caldes en la Casa Mare de Déu de Montserat. Fueron una
experiencia fantástica que no olvidaré nunca en mi vida. Y no lo digo como
tópico y porque queda muy bien y todo eso, sino porque aquellos días fueron un
punto y a parte en mi vida. Recuerdo especialmente al P. Enrique. ¡Qué suerte
tuvimos con él!. Pocas veces encuentras a gente tan entregada, tan alegre, tan
plena de Dios... ¡Y las Hermanas! Muchas gracias por vuestra alegría y servicio.
Hicisteis de vuestra casa nuestra casa y un lugar muy acogedor y tranquilo para
poder escuchar la voz del quien realmente importa. Sin vosotros no hubiese sido
lo mismo.
Yo no acababa de sentirme feliz y en paz, a
pesar de que podía parecer que todo iba bien. Oraba, iba a Misa cada día,
ayudaba y participaba en grupos de la parroquia, estudiaba en la universidad y
tenía muchos proyectos personales...
Me
faltaba algo. Estaba agarrado a mis proyectos y a mis ideas y no me dejaba llenar plenamente por Dios. Ya hacía tiempo que
sentía que el Señor me lo pedía todo, quería que me dejase llevar por Él, pero
yo tenía miedo porque no quería que me pidiese aquello que yo sospechaba... El
Señor quería tocar todas las teclas y yo no le dejaba tocar más que las que me
interesaban a mí.
Precisamente durante aquel curso había crecido
en mí la voluntad de llevar a Cristo allí a donde yo fuese, de anunciar su
alegría y la buena nueva, de ser, en definitiva, santo. Este pensamiento me ha
acompañado siempre. Es por eso por lo que yo tenía en lo hondo del corazón el
deseo de hacer en todo su voluntad. Los Ejercicios espirituales de Caldes, bajo
la inspiración de los de San Ignacio, fueron sobre el “desapego” y el
abandonarme en manois del Señor. Vaya, que estan hechos a medida de lo que yo
necesitaba.
Y el Señor me dio ese don. Abrirme. Dejar que
entrase con fuerza, querer hacer su voluntad. Y qué paz, qué alegría... Qué
diferente era la oración después de abandonarse a sus manos. Cuánto froto sacaba de ello. Y claro,
me sentía tan bien que mi tiempo de oración crecía exponencialmente. Aquello
que sospechaba era cada vez más real y efectivamente el Señor me llamaba a una
vida totalmente entregada a Él, me
llamaba al sacerdocio. Y le dije que sí. Su proyecto era mucho mejor que todos
los otros proyectios que pudiese imaginar. Era tan grande la alegría que sentía
que quería vivir para eso, trasmitirla a los otros y poder ayudar a la gente a
encontrarse con Cristo. Ahora escribo este testimonio desde el seminario y
cuando mira para atrás me doy cuenta de como el Señor me ha ido guiando a lo
largo de toda mi vida y me maravillo.
Es fantástico encontrarse con Cristo y dejarse
quiar por Él. Nos ama, jamás ningún otro nos amara tanto. El mejor proyecto que
podemos encontrar para el mundo es el que nos propone Jesucristo: un mundo en
el que reine la paz, el amor, la justicia, avanzando hacia el que nos espera em
la Jerusalén celestial. ¡Aquello será demasiado!!! Y hoy la Iglesia necesita
gente, sobretodo jóvenes, que se dejen llevar por Cristo, que no teman
abandonarse y dejarse llevar por Él, porque Él está con nosotros y no nos
abandona. Una parsona que se ha encontrado con Cristo transforma su entorno. A eso estamos llamados todos los
cirstanos, a hacer del mundo un trozo de cielo".
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