¿Te atreves a apretar el botón rojo?


A veces pienso que mi vida es una máquina de rutinas. Me levanto a la misma hora, voy a los mismos sitios, estoy con la misma gente, haciendo lo mismo... Recuerdo las palabras del sabio Qohelet en su libro, diciendo: "¿Qué provecho saca el hombre de tanto trabajar?
(...) Pude darme cuenta de que todo lo que se hace en este mundo es vana ilusión, es querer atrapar el viento." Y me lo parece...

Pero hay momentos distintos. Momentos en los que decido no accionar las mismas palancas de mi "máquina", sino apretar el botón rojo. Sé que supuestamente está reservado para casos extraordinarios, pero... ¿por qué no puede ser extraordinario el día a día?
Entonces, me decido a tomar todo el trabajo que hacía como una simple excusa, excusa para tener un detalle con alguien, para soltarme con una generosidad "imprudente", para dedicar tiempo a alguien que ve pasar largos sus minutos... 
Y experimento Evangelio. Ya no se trata de conocer sus pasajes: es un fuego. Inyectando Evangelio en mis horas, el mundo parece latir esperanza, "encuentro a Dios en todas las cosas", de veras...

¿Te atreves a apretar el botón rojo?
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