¡Hablar del diablo en el Siglo XXI!



Si en el pasado con demasiada frecuencia se había hablado del demonio y se le veía donde no estaba. Ahora hemos caído en el extremo opuesto; no lo vemos en ningún lugar. Este papa ha hablado, y habla, mucho del demonio, imagino que lo hace para contrarrestar la tendencia actual a no hacerlo. 
Dice   el papa en la homilía del once de octubre del 2013: “Hay algunos sacerdotes que cuando leen este pasaje del Evangelio, este y otros (sobre expulsión de demonios, n.d.r.), dicen: “Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica”. No se lee esto aquí, ¿no? Es verdad que en aquel tiempo se podía confundir una epilepsia con la posesión del demonio; ¡pero es también cierto que existía el demonio! Y no tenemos derecho a simplificar tanto las cosas, diciendo: “Todos estos no estaban endemoniados; eran enfermos psíquicos”. ¡No! La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”.
Buena aclaración, por el hecho de que no sabían distinguir una enfermedad mental de una posesión, no podemos concluir que tota curación de Jesús es sobre enfermos mentales. Y hoy en día también hay posesiones y muchas cosas de este estilo...
En otra homilía, treinta y uno de octubre del 2014, fue más allá: “a esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios!”.
Cuantos que van de expertos lo han dicho: “no es moderno hablar del diablo, hace falta hablar de la idea del mal”. En otra homilía, catorce de abril del 2014, dice: “‘Pero, Padre, ¡qué antiguo es usted: hablar del diablo en el Siglo XXI!’. Pero ¡miren que el diablo existe! El diablo existe. ¡También en el Siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos, ¡eh! Debemos aprender del Evangelio cómo se hace para luchar contra él”.
Y “este luchar contra él”  lleva al papa a dar un paso más allá, cuando dice:”También nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que seamos discípulos de Jesús”.

 Cuando contemplamos escenas del evangelio sobre expulsión de malignos espíritus, pensemos en cómo el diablo nos tienta a nosotros, cómo nos quiere conquistar, cómo nos quiere adormecer en  nuestro seguimiento de Jesús, por qué camino se nos está introduciendo (no poseyendo, pero sí influyendo). 
Cuando contemplamos escenas de poseídos por el espíritu maligno, preguntémonos ¿y yo qué? y, ¿por dónde me ataca el maligno? ¿cuál es mi punto débil?
Por esto, esta lucha que hoy contemplamos entre el bien y el mal, entre Dios y el diablo, es la lucha que también nosotros mantenemos. La vida cristiana es lucha, es combate, intentar vivir la palabra de Dios, lo que Jesús domingo tras domingo, nos va diciendo, implica lucha y combate por parte nuestra. 
Cuando no hay lucha y combate mala señal … Querer el evangelio, querer avanzar en nuestra vida cristiana implica lucha y combate.Hace falta que nos examinemos en esta lucha. Quizás, no avanzamos porque no luchamos. Y cuando hay esta lucha, este combato, oh milagro, aparece la alegría en nuestra vida, es la alegría del evangelio.
Francesc Jordana

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