Discernir la vocación



  La imposición o el error en el discernimiento de la vocación tiende a generar personas frustradas, pero ¿cómo acertar y buscar esa vida feliz, llena de sentido, que se encuentra al realizar la vocación?
1. La definición más simple de vocación es: llamada. Se trata de una llamada a un estado de vida. Pero ante todo, es la llamada de Dios para despertar a la propia vida.
Tomar conciencia de que la vocación es una llamada de Dios a la vida debe llevar a la percepción de cómo se vive esta llamada, esta vida que a cada uno le fue dada no sólo como regalo, sino también como compromiso; no sólo como don, sino también como tarea. Es decir, cómo lleva cada uno a cabo esta vocación, esta llamada que recibió en su concepción.
Vocación es algo diferente de aptitud. Las aptitudes definen, por ejemplo, la profesión de una persona, Pero la vocación define un estado de vida. Esto significa que la llamada de la vocación tiene lugar en un nivel más profundo dentro de nosotros: el existencial. No es sólo el psicológico. Es decir, es más exhaustivo, porque comprende un todo: la persona en su realidad física, psíquica y espiritual.
Hoy las personas tienen mucha dificultad para percibir su vocación fundamental, es decir, casarse o ser consagradas. Esto se debe a la dificultad de percibir la propia vida, la propia existencia. Por eso, esto hace más difícil percibir cómo ésta debe llevarse a cabo.
Por ejemplo, si una persona quiere discernir si se siente llamado a ser célibe, tiene que conocer su realidad física, sus necesidades y manifestaciones.
 2. Es preciso también tener conciencia de la realidad psicológica, en el sentido de su desarrollo, o sea, si existe la llamada a querer vivir una relación específica con alguien, o la llamada a vivir la afectividad de una forma general, para compartirla con todos.
El sentido espiritual es otro elemento. En Mateo 19, leemos: “otros se hacen eunucos libremente por el Reino de los Cielos”. Esto quiere decir que, por causa del Reino, en el sentido más profundo, espiritual, se quiere vivir una vida exclusiva de intimidad, de amor y de servicio a Dios. Quien está en esta condición abraza la vida consagrada. Y para la vida conyugal, es necesario el discernimiento para ver si existe la disposición interior de compartir la propia vida con alguien de forma exclusiva.
El discernimiento sincero de la vocación solo sucede a partir del momento en que la persona se pone a prueba. El ser humano sólo se conoce cuando se pone a prueba. Cuando esto no sucede, se acaba corriendo el riesgo de engañarse uno mismo. Para el cristiano, la oración es algo fundamental en este proceso.
Ponerse a prueba implica estar atento en el día a día, dando pasos concretos en dirección a lo que, en principio, uno se siente llamado. Es decir, es preciso enfrentar las realidades que existen dentro de nosotros. Porque a partir del momento en que uno se pone a prueba interiormente, va descubriendo si tiene o no la disposición interna para vivir esa realidad.
Para crear de forma fiable el espacio de la confrontación personal en el discernimiento vocacional, es necesario buscar la ayuda de personas sólidas que tengan una buena formación. Y también realizar un trabajo personal.
Si la persona se da cuenta de que necesita orientación, debe buscarla. Si se da cuanta de que necesita un trabajo de ordenación interior, debe hacerlo. Debe aprender a lidiar con cuestiones que muchas veces son fáciles de organizar. Y a partir del momento en el que uno tiene un orden interior, se crean las condiciones para profundizar más en uno mismo.
 3. Es preciso dar pasos efectivos, concretos, en busca, en la dirección del discernimiento. Y no decir simplemente “yo quiero ser sacerdote, o me quiero casar, déjame ver qué pasa”. No, hay que luchar. Es un proceso de lucha interior.
La maduración va teniendo lugar a lo largo de la propia vida en la medida en que uno se coloca en ella, a menudo que uno se lanza en ella. No hacerlo, sea por no querer sufrir o por decir que será muy difícil, detiene la maduración. Las personas frenan su desarrollo cuando dicen: “no, no quiero entrar ahí”, “esto va a ser muy difícil”, …
Para el cristiano y para quienes están discerniendo la vocación a la vida consagrada, la oración es un punto de partida muy importante, pues permite el éxito de la vocación. Es preciso ponerse ante Dios, en una relación diaria de intimidad, con el valor de preguntarle qué quiere para nuestra vida. Sólo así las cosas se aclaran. La relación diaria de intimidad con Dios es la que sustenta la vida consagrada.
4. La vocación nunca debe ser impuesta. Quien está al lado debe acompañar, respetando mucho, Imponer la vocación tiende a generar frustraciones. Pero la realización de la vocación es una forma segura de ser feliz.
Quien acompaña a alguien que está discerniendo su vocación debe actuar como un punto de referencia, ayudando en ese proceso, pero sin imponer nada en absoluto. Nunca puede decir: “yo creo que tu vocación es ésta; puedes estar tranquilo que yo estoy seguro de que su vocación es la de sacerdote!” De eso nada. Uno debe ir viendo los signos y, a medida que la persona va viendo estas señales, puede ayudarle a percibirlas más claramente, dirigirla hacia aquello que está surgiendo dentro de ella.
Imponer la vocación genera personas frustradas. Es terrible imponer un destino a alguien, sea una vocación a un estado de vida, sea una profesión. Yo conocí a un chico a quien su padre obligó a estudiar Administración de Empresas. Él era músico y quería hacer una carrera de música. Pero el padre le obligó. Él lo hizo. El día de entrega del título, le dijo a su padre: “esto es tuyo; ahora voy a hacer lo que yo quiero”. Y realmente lo hizo, hoy vive de la música.
Quien vive un momento de confusión e incertidumbre debe buscar ayuda profesional. Se la persona no se percibe a sí misma, ¿cómo va a percibir su vocación, sus aptitudes? Es muy difícil. Por eso, si uno quiere hacer un camino serio, si quiere realmente descubrir su llamada, sus aptitudes, si uno no tiene claridad sino dificultades, no debe tener miedo de pedir ayuda. No debe tomarse como un problema, sino como un desafío, independientemente de la edad.
Hoy, por ejemplo, existe una gran confusión con el mundo virtual. Se crean otros “yos” virtuales. Esto puede confundir aún más la búsqueda, especialmente cuando el “yo” virtual no tiene nada que ver con el “yo” real.
Realizar la propia vocación es una dimensión fundamental de la vida. Cuando una persona realiza su vocación, realiza el sentido de la vida. Es alguien que estará siempre bien con su vida, feliz. ¿No se dice que lo que el ser humano busca es la felicidad? Entonces, esta es una forma segura de ser feliz. Muy segura.
Aleteia

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