UNA JOVEN COMPROMETIDA EN LA VIDA POLITICA


    Hoy celebramos a Santa Juana de Arco, "la Pucelle", personaje muy discutido en la historia. Una mujer poco común, a ella las Cooperatrices tenemos una  devoción y veneración muy particular.
    Su compromiso por Dios en medio de las realidades más dramáticas de la Iglesia y del mundo de su tiempo, le costó la vida a esta mujer fuerte, del pueblo, en un proceso en el que se nos conservan hermosas reflexiones de Juana. En ella se descubre la admirable obra del Espíritu. Enamorada de Dios, fiel a la llamada escuchada "Va, hija de Dios, va" sabe responder con una sabiduría desconcertante a los que terminarán por condenarla. Como cuando interrogada si sabía si estaba en gracia de Dios, responde: "si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si lo estoy, que Dios me quiera conservar en ella"
    Benedicto XVI le dedicó una catequesis preciosa a principios de año en el que destacó su compromiso por su pueblo.
    
    
    "La compasión y el compromiso de la joven campesina francesa frente al sufrimiento de su pueblo se hacen más intensos por su relación mística con Dios. Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política. Después de los años de vida oculta y de maduración interior sigue el bienio breve, pero intenso, de su vida pública: un año de acción y un año de pasión.  
    "El «Misterio de la caridad de Juana de Arco» es este amor total a Jesús, y al prójimo en Jesús y por Jesús. Esta santa había comprendido que el amor abraza toda la realidad de Dios y del hombre, del cielo y de la tierra, de la Iglesia y del mundo. Jesús siempre ocupa el primer lugar en su vida, según su hermosa expresión: «Nuestro Señor debe ser el primer servido» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 223). Amarlo significa obedecer siempre a su voluntad. Ella afirma con total confianza y abandono: «Me encomiendo a Dios mi Creador, lo amo con todo mi corazón».

   
    Juana contempla a Jesús como el «rey del cielo y de la tierra». Así, en su estandarte, Juana hizo pintar la imagen de «Nuestro Señor que sostiene el mundo» (ib., p. 172): icono de su misión política. La liberación de su pueblo es una obra de justicia humana, que Juana lleva a cabo en la caridad, por amor a Jesús.
     El suyo es un hermoso ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles. La fe es la luz que guía toda elección, como testimoniará, un siglo más tarde, otro gran santo, el inglés Tomás Moro.
     En Jesús Juana contempla también toda la realidad de la Iglesia, tanto la «Iglesia triunfante» del cielo, como la «Iglesia militante» de la tierra. Según sus palabras: «De Nuestro Señor y de la Iglesia, me parece que es todo uno». Esta afirmación, citada en el Catecismo de la Iglesia católica (n. 795), tiene un carácter realmente heroico en el contexto del Proceso de condena, frente a sus jueces, hombres de Iglesia, que la persiguieron y la condenaron. En el amor a Jesús Juana encuentra la fuerza para amar a la Iglesia hasta el final, incluso en el momento de la condena."
   Podéis leer íntegramente la preciosa catequesis de Benedicto XVI sobre esta heroína francesa en el vínculo:

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