Santos y no superhéroes
Los santos son personas que practicaron las virtudes con heroísmo,
pero no hay que confundirlos con los superhéroes, porque los santo son
pecadores que han seguido a Jesús en el camino de la humildad y de la
cruz, pues nadie pude santificarse por sí mismo.
Lo recordó el Santo padre en la homilía de este viernes en la Casa
Santa Marta. Partió de la primera lectura: la conversión de San Pablo
que de perseguidor de los cristianos se transforma en santo. Y se
interroga ¿si somos todos pecadores y estamos dentro la Iglesia cómo es
posible que ella sea santa?
“Nosotros -precisa el Papa- somos
todos pecadores, pero ella es santa. Es la esposa de Jesucristo y él la
ama, la santifica, cada día con su sacrificio eucarístico”. O sea
“nosotros somos pecadores pero dentro de una Iglesia santa, y nosotros
también nos santificamos por el hecho de pertenecer a la Iglesia, somos
hijos de la Iglesia y la Madre Iglesia nos santifica con su amor, con
los sacramentos de su esposo”.
“San Pablo en sus cartas --recuerda el Papa-- se dirige a los santos y
a nosotros: pecadores pero hijos de la Iglesia santa, santificada por
la sangre y cuerpo de Jesús”.
“En esta Iglesia santa --prosigue el Santo Padre-- el Señor elige a
algunas personas para hacer ver mejor la santidad, para hacer ver que es
él quien santifica y que nadie se santifica a sí mismo, que no hay un
curso para volverse santo, que ser santo no es ser un faquir o algo de
este estilo... ¡No, no lo es!”
Y precisa: “La santidad es un don de Jesús a su Iglesia y para hacer
ver ésto Él elige personas en las cuales quede clara su labor
santificadora”.
En el evangelio, indica el Papa, existen muchos ejemplos de santos:
está la Magdalena, de la cual Jesús había expulsado siete demonios; está
Mateo, “que era un traidor de su pueblo y le quitaba el dinero para
dárselo a los romanos”; está Zaqueo y tantos otros que hacer ver a todos
cuál es la primera regla de la santidad: “es necesario que Cristo
crezca y nosotros nos abajemos. Es la regla de la santidad. La
humillación nuestra para que el Señor crezca”.
Así Cristo elige a Saulo, un perseguidor de la Iglesia. “El Señor lo
espera. Lo espera y le hace sentir su poder”. Saulo “se vuelve ciego y
obedece” y de grande que era “se vuelve como un niño y obedece”. Su
corazón cambia: “es otra vida”. Pero Paolo no se transforma en un héroe,
porque el que había predicado el evangelio en todo el mundo “concluye
su vida junto a un pequeño grupito de amigos, aquí en Roma, víctima de
sus discípulos”.
Y una mañana “fueron 3, 4, 5 soldados en donde él estaba, se lo
llevaron y le cortaron la cabeza, simplemente. El grande, aquel que
había ido por todo el mundo termina así”.
El Papa recuerda que “la diferencia entre los héroes y los santos es
el testimonio, la imitación de Jesucristo. Es el ir por el camino de
Jesucristo”, el camino de las cruces. Y añade que muchos santos
“terminan de manera tan humilde. Los grandes santos. Pienso por ejemplo a
los últimos días de Juan Pablo II... Todos lo hemos visto”. No podía
hablar este gran atleta de Dios, este gran guerrero de Dios que termina
así: demolido por la enfermedad, humillado como Jesús. Este es el
recorrido de la santidad de los grandes”.
“También es -concluye el papa Francisco- el recorrido nuestra
santidad. Si nosotros dejamos que el corazón se convierta por este
camino de Jesús, el de llevar la cruz todos los días, la cruz ordinaria,
la cruz simple, y dejamos que Jesús crezca. Y si no tomamos este camino
no seremos santos.
Pero si lo tomamos, todos nosotros daremos
testimonio de Jesucristo que nos ama tanto. Y daremos testimonio de que,
aunque pecadores, la Iglesia es Santa, es la esposa de Jesús”.
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