Caminar en Su presencia, con el alma y los pies desnudos, y el corazón abierto

 El papa Francisco empezó su viaje de tres días en Tierra Santa, como sus predecesores Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, por Jordania, más allá del Jordán –mirado desde Jerusalén--, y por el bautismo, que es para el cristiano la puerta de entrada en la Tierra Prometida del amor de Dios. Pero, en el punto más bajo del globo, es también el símbolo de “la más perfecta humildad”, y del encuentro con los más desfavorecidos, antes de Belén (domingo 25) y la “subida” a Jerusalén (lunes 26).
  Tras despedirse de los reyes de Jordania firmó en el libro de honor del complejo de Betania junto al Jordán con las siguientes palabras:
“Pido a Dios omnipresente y misericordioso que nos enseñe a todos a caminar en Su presencia, con el alma y los pies desnudos, y el corazón abierto a la misericordia divina y al amor a los hermanos”.
 A continuación el discurso del Papa en la Iglesia de Betania ante cientos de jóvenes y niños que le esperaban:
 
En mi peregrinación, he tenido mucho interés en encontrarme con ustedes que, a causa de sangrientos conflictos, han tenido que abandonar sus casas y su Patria y han encontrado refugio en la acogedora tierra de Jordania; y al mismo tiempo, con ustedes, queridos jóvenes, que experimentan el peso de alguna limitación física.

El lugar en que nos encontramos nos recuerda el bautismo de Jesús. Viniendo aquí, al Jordán, para ser bautizado por Juan, se mostró humilde, compartiendo la condición humana: se rebajó haciéndose igual a nosotros y con su amor nos restituyó la dignidad y nos dio la salvación. Nos sorprende siempre esta humildad de Cristo, cómo se abaja ante las heridas humanas para curarlas. Este inclinarse de Jesús ante todas las heridas humanas para curarlas. 
Y, por nuestra parte, nos sentimos profundamente afectados por los dramas y las heridas de nuestro tiempo, especialmente por las que son fruto de los conflictos todavía abiertos en Oriente Medio. Pienso, en primer lugar, en la amada Siria, lacerada por una lucha fratricida que dura ya tres años y que ha cosechado innumerables víctimas, obligando a millones de personas a convertirse en refugiados y a exilarse en otros países. Todos queremos la paz (…) esa es la raíz del mal, el odio y la avidez del dinero, en las fabricación y en la venta de las armas. Esto nos debe hacer pensar, quién está detrás que da a todos los que están en conflicto las armas para continuar el conflicto. Pensemos y en nuestro corazón digamos una palabra por esta pobre gente criminal, para que se convierta.
Agradezco a las Autoridades y al pueblo jordano la generosa acogida de un número elevadísimo de refugiados provenientes de Siria y de Iraq, y extiendo mi agradecimiento a todos aquellos que les prestan asistencia y solidaridad. Pienso también en la obra de caridad que desarrollan instituciones de la Iglesia como Caritas Jordania y otras que, asistiendo a los necesitados sin distinción de credo religioso, pertenencia étnica o ideológica, manifiestan el esplendor del rostro caritativo de Jesús misericordioso. Que Dios omnipotente y clemente los bendiga a todos ustedes y todos sus esfuerzos por aliviar los sufrimientos causados por la guerra.

Me dirijo a la comunidad internacional para que no deje sola a Jordania tan valiente y animosa, ante la emergencia humanitaria que se ha creado con la llegada de un número tan elevado de refugiados, sino que continúe e incremente su apoyo y ayuda. Y renuevo mi vehemente llamamiento a la paz en Siria. Que cese la violencia y se respete el derecho humanitario, garantizando la necesaria asistencia a la población que sufre. Que nadie se empeñe en que las armas solucionen los problemas y todos vuelvan a la senda de las negociaciones. La solución, de hecho, sólo puede venir del diálogo y de la moderación, de la compasión por quien sufre, de la búsqueda de una solución política y del sentido de la responsabilidad hacia los hermanos.

A ustedes jóvenes, les pido que se unan a mi oración por la paz. Pueden hacerlo ofreciendo a Dios sus afanes cotidianos, y así su oración será particularmente valiosa y eficaz. Les animo a colaborar, con su esfuerzo y sensibilidad, en la construcción de una sociedad respetuosa de los más débiles, de los enfermos, de los niños, de los ancianos. A pesar de las dificultades de la vida, sean signo de esperanza. Ustedes están en el corazón de Dios, vosotros estáis en mis oraciones, y les agradezco su calurosa y alegre y numerosa presencia.
Al final de este encuentro, renuevo mi deseo de que prevalezca la razón y la moderación y, con la ayuda de la comunidad internacional, Siria reencuentre el camino de la paz. Dios convierta a los violentos, que Dios convierta a aquellos que tienen proyectos de guerra, Dios convierta a los traficantes de armas. y fortalezca los corazones y las mentes de los agentes de paz y los recompense con sus bendiciones. Que Dios os bendiga a todos

Comentarios

Entradas populares