Magnificat
En el Magníficat, María celebra la grandeza de Dios,
que con el anuncio del ángel revela su omnipotencia,
superando las expectativas y las esperanzas del
pueblo de la alianza e incluso los más nobles
deseos del alma humana.
Frente
al Señor, potente y misericordioso, María
manifiesta el sentimiento de su pequeñez:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor;
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava"
(Lc 1,46-48).
María presenta su situación
de pobreza y la conciencia de su pequeñez
ante Dios que, con decisión gratuita, puso
su mirada en ella, joven humilde de Nazaret, llamándola
a convertirse en la madre del Mesías.
Las palabras "desde ahora me felicitarán
todas las generaciones" (Lc 1,48), toman como
punto de partida la felicitación de Isabel,
que fue la primera en proclamar a María "dichosa"
(Lc 1,45). El cántico, con cierta audacia,
predice que esa proclamación se irá
extendiendo y ampliando con un dinamismo incontenible.
Al mismo tiempo, testimonia la veneración
especial que la comunidad cristiana ha sentido hacia
la Madre de Jesús desde el siglo I. El Magníficat
constituye la primicia de las diversas expresiones
de culto, transmitidas de generación en generación,
con las que la Iglesia manifiesta su amor a la Virgen
de Nazaret.
"El Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
su nombre es santo y su misericordia llega a sus
fieles de generación en generación"
(Lc 1,49-50).
¿Qué
son esas "obras grandes" realizadas en
María por el Poderoso? La expresión
aparece en el Antiguo Testamento para indicar la
liberación del pueblo de Israel de Egipto
o de Babilonia. En el Magníficat se refiere
al acontecimiento misterioso de la concepción
virginal de Jesús, acaecido en Nazaret después
del anuncio del ángel.
En
el Magníficat, cántico verdaderamente
teológico porque revela la experiencia del
rostro de Dios hecha por María, Dios no sólo
es el Poderoso, pare el que nada es imposible, como
había declarado Gabriel (cf. Lc 1,37), sino
también el Misericordioso, capaz de ternura
y fidelidad para con todo ser humano.
"Él hace proezas con su brazo; dispersa
a los soberbios de corazón; derriba del trono
a los poderosos y enaltece a los humildes; a los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos" (Lc 1,51-53).
María
nos lleva a descubrir los criterios de la misteriosa
acción de Dios. El Señor, trastrocando
los juicios del mundo, viene en auxilio de los pobres
y los pequeños, en perjuicio de los ricos
y los poderosos, y, de modo sorprendente, colma
de bienes a los humildes, que le encomiendan su
existencia (cf. Redemptoris Mater, 37).
Estas
palabras del cántico, a la vez que nos muestran
en María un modelo concreto y sublime, nos
ayudan a comprender que lo que atrae la benevolencia
de Dios es sobre todo la humildad del corazón.
Por ultimo, el cántico exalta el cumplimiento
de las promesas y la fidelidad de Dios hacia el
pueblo elegido: "Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia, como lo había
prometido a nuestros padres, en favor de Abraham
y su descendencia por siempre" (Lc 1,54-55).
María,
colmada de dones divinos, no se detiene a contemplar
solamente su caso personal, sino que comprende que
esos dones son una manifestación de la misericordia
de Dios hacia todo su pueblo. En ella Dios cumple
sus promesas con una fidelidad y generosidad sobreabundantes.
Juan Pablo II, (6-XI-96)
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