Todos nosotros tenemos algun nudo
La fe de María desata el nudo del
pecado ...
El «nudo» de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando un
niño desobedece a su madre o a su padre, podríamos decir que se forma un pequeño
«nudo». Esto sucede si el niño actúa dándose cuenta de lo que hace,
especialmente si hay de por medio una mentira; en ese momento no se fía de la
mamá o del papá. Ustedes saben cuántas veces pasa esto. Entonces, la relación
con los padres necesita ser limpiada de esta falta y, de hecho, se pide perdón
para que haya de nuevo armonía y confianza. Algo parecido ocurre en nuestras
relaciones con Dios. Cuando no lo escuchamos, no seguimos su voluntad, cometemos
actos concretos en los que mostramos falta de confianza en él – y esto es pecado
–, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Y estos nudos nos quitan la
paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden convertirse en
una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de deshacer.
Pero para la misericordia de Dios – lo sabemos – nada es imposible.
Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia.
Y María, que con su
«sí» ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua
desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para
que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.
Todos
nosotros tenemos alguno, y podemos preguntarnos en nuestro corazón: ¿Cuáles son
los nudos que hay en mi vida? «Padre, los míos no se puede desatar». Pero eso es
un error.
Todos los nudos del corazón, todos los nudos de la conciencia se
pueden deshacer.
¿Pido a María que me ayude a tener confianza en la misericordia
de Dios para deshacerlos, para cambiar? Ella, mujer de fe, sin duda nos dirá:
«Vete adelante, ve donde el Señor: Él comprende».
Y ella nos lleva de la mano,
Madre, Madre, hacia el abrazo del Padre, del Padre de la misericordia.
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