LA PEQUEÑEZ DE MARÍA


María tenia una visión clara, continua y penetrante de las razones de ser humilde. Nosotros las olvidamos, las perdemos de vista. María nunca! Siempre las tenia presente, siempre era consciente de estos motivos que no se cansaba de contemplar: el infinito y su pequeñez....El Magnificat es el cántico secreto de todas sus horas: Respexit humilitatem... fecit mihi magna...

La condición de nuestra humildad es tal, que para salvaguardarla Dios abriga su fragilidad bajo algunas imperfecciones, o al menos bajo misteriosas ignorancias ...
¿No necesitan un poco de sombra las plantas delicadas?

En cuanto a María, Dios prescinde de todas estas precauciones , la expone al sol de la verdad: Es inmaculada, es perfecta, <<es bendita entre todas las mujeres>>... y ella lo sabe!
Ella ha profundizado, mejor que todos los teólogos juntos, las grandezas de su maternidad divina y conoce todas las prerrogativas. Pero el abismo de las gracias recibidas no ha hecho sino volver más sensible a sus ojos el abismo de su propia pequeñez. Ninguna criatura, después de Jesús, no llega tan abajo en humildad: Nulla creatura, post Filium, tantum descendit in abyssum humilitatis. (San Bernardino de Siena.)

Ahora bien, una tal humildad es heroísmo. En efecto, el heroísmo es la fuerza ejercitándose en actos sublimes y difíciles... ¿Qué diremos de una fuerza que durante toda una vida cumple lo que ningún hombre podría sostener un solo día?

Canonge Beaudenom




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