LA PEQUEÑA FAMILIA DEL BUS Nº 10 (TESTIMONIO DE UNA JOVEN JMJ CRACOVIA 2016)


 Justo cuando pensaba que la JMJ no iba a ser posible para mi, Dios me sorprendió una vez más regalándome la oportunidad de vivir por primera vez una experiencia como esta. Han sido 14 días llenos de Dios, Iglesia, sorpresas, emociones, lecciones y aventuras.


Salimos de Barcelona el 21 de julio. Pasados los tres primeros días (en los que hicimos paradas en Milán, Salzburgo y Ostrava), llegamos a Czestochowa, donde nos reunimos con todos los jóvenes de las diócesis de Catalunya, aproximadamente unos 800. Estando en Czestochowa visitamos los campos de concentración de Auschwitz, Wadowice (el pueblo natal de San Juan Pablo II) y finalmente la Virgen de Czestochowa en Jasna Gora.


Después de Czestochowa, nos dirigimos a Bochina, un pueblo cercano a Cracovia cuyas familias decidieron abrir las puertas de sus casas de par en par para acogernos durante toda la JMJ.  Estando allí tuvimos la oportunidad de ir a un concierto/adoración de Life Teen en el que había unas 20.000 personas, visitar Cracovia, ir al Via Crucis con el Papa y los dos últimos días reunirnos con aproximadamente 2 millones y medio de personas en el Campus Misericordiae para adorar a Jesús y celebrar la Misa con el Papa. 


Los últimos días fueron ya de regreso a Barcelona, donde paramos en Perchtolsdorf y Venecia.



Viajar desde Barcelona hasta Polonia en autobús implica muchas horas de ruta y sinceramente pensaba que me acabaría aburriendo un poco, pero...¡nada de eso! Había tiempo para todo menos para aburrirse: para hablar con gente a la que no ves desde hace mucho tiempo, para conocer a la gente que no conocías, para contar chistes, para compartir experiencias, para tocar la guitarra y cantar, para mirar el paisaje y hacer fotos, para buscar Wifi, para rezar, para encontrar “la pose perfecta” para dormir, para mirar películas y leer libros… y para lo más importante: para convertirnos en la pequeña familia del bus nº10.


Esta familia que inicialmente era pequeña, pero que iba aumentando en número a medida que nos acercábamos a nuestro destino y que finalmente terminó siendo una multitud de 2’5 millones de personas, y el que al principio se podría haber sentido solo o el único de su pueblo, se daba cuenta de que en realidad formaba parte de algo mucho más grande y que no estaba para nada solo,  y este algo que nos unía a todos de manera tan fuerte no entiende a lengua o nacionalidad, y que impulsaba a personas que no te conocen absolutamente de nada a darte lo mejor que tienen para ofrecerte y a más que acogerte, adoptarte como a un hijo más de su familia con una enorme ilusión y sonrisa en la cara.  Un algo que no es algo, sino alguien, y nos ha regalado una gran familia, llamada Iglesia.


                                                                       Coperatrices Caldes




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