Una invitación


No hay justificación para cualquier tipo de violencia, desde la expresión más pequeña hasta los hechos más desastrosos que nuestro mundo sufre a diario sea en París, Siria, Palestina, Kenya o cualquier otro punto del planeta.
Ignacio de Loyola desde un principio busco siempre tener los mismos sentimientos de Cristo. Por eso quiso quedarse en Jerusalén y sentía una fuerte consolación al contemplar los lugares donde Jesús estuvo.
En este tiempo donde la tercera semana es quizá la imagen de los ejercicios espirituales que nos acompaña porque vemos a Jesús que sufre y muere en tantas víctimas de la violencia, una de las consideraciones es "(...) considerar lo que Christo nuestro Señor padesce en la humanidad o quiere padescer, según el paso que se contempla; y aquí comenzar con mucha fuerza y esforzarme a doler, tristar y llorar, (...)" EE 195
La invitación es a ver a Cristo que sufre y dolerse con Él, en el dolor de tantos que sufren alrededor del mundo. 
Sin juzgar, sin racionalizar y menos aún responder con violencia. Sino con una actitud llena de empatía que responde con amor y servicio, ahí donde el odio y el sin sentido han dejado heridas grandes. 
Recordando que la muerte no tiene la última palabra como lo han demostrado tantos mártires cuyas vidas han inspirado a otros a responder a la violencia y a la injusticia con amor.
Espiritualidad ignaciana

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