EJERCICIOS ESPIRÍTUALES: Dios habla a quien quiere escuchar
Hace unos días acudí, por fin, a mis primeros Ejercicios
Espirituales en esta Casa, en Caldes de Montbui.
Difícil misión explicar en unas cuantas líneas mi
experiencia, difícil transmitir en pocas palabras tantas sensaciones,
sensaciones ligadas a mis sentidos, pero más difícil hablar del sentir del alma
que, al fin y al cabo, ese era mi propósito.
Si, ese era mi propósito, un reencuentro, reencuentro
conmigo, explorar en mi interior, una búsqueda, encontrar el sentido a un mundo
que parece haberlo perdido. Vaciar de
contenido una mente obcecada, un corazón gastado y dolorido.
Interminable búsqueda, buscar, buscar, pero ¿dónde? ¿qué? ¿a
quién?
Y llegué a la Casa de Ejercicios la mañana de un miércoles
y, desde ese preciso momento, con la bienvenida de una de las Hermanas y su
sonrisa llena de paz y amor, tuve la sensación de estar en Casa.
Si, en casa, mi casa.
Una vez acomodado, primera entrevista con la Hermana que iba
a ser mi guía. Hablé, habló, hablamos. Escuchó
y escuché.
Me explicó en qué consistían los Ejercicios. Ten el corazón
abierto dijo y, espera… que Él hable.
Lo primero leer unos
textos que me facilitó la Hermana, más
tarde comentarlos.
Oración, leer, meditar. Estar a solas. Oración, leer,
meditar. A solas paseo, comer a solas, soledad que no margina, soledad que
acompaña. Silencio, silencio, paz, paz y esperar… que Él hable.
Deseaba escuchar , esperaba “…que Él hable”.
Poco a poco iba avanzando, conociendo, descubriendo en mí
cosas nuevas.
Conversaciones, lecturas, orar, mas silencios, profundos
silencios en los que deseaba escuchar.
Y escuché…
Palabras depositadas en mi corazón, cuantas más oía más se
abría y más deseaba oír.
Palabras que envolvieron, acompañaron, limpiaron mi alma y
restauraron mi razón.
Palabras que infunden valor, el más grande, valor de
reconocer, de aceptar, de perdonar, a mi mismo perdonar. Pedir perdón sin
lastimar mi orgulloso orgullo, sin herir mi vana vanidad.
Le escuche en los momentos de oración en la pequeña Capilla,
paseando por el jardín mientras rezaba el Rosario en compañía de una Hermana, le escuche
en la sonrisa de todas y cada una de ellas. En su sencillez, sus ojos, en los
que sus pupilas desvelaban el alma en grandes letras y bellas palabras.
Doy gracias a Dios por haberme llevado a esa Casa de Caldes
y, una vez allí mostrarme el camino a la suya.
Mi experiencia fue mucho más que mis pobres palabras, mucho
más que ordenar unas letras y transmitir el significado de una experiencia. Fue
voltear el mundo, apartar la tristeza y de nuevo, o por primera vez, abrazar la
vida.
Podría extenderme, decir mucho más pero, las experiencias
tiene que vivirlas cada cual, cada cual debe recorrer su camino y os puedo
asegurar que estos Ejercicios Espirituales en la Casa de Ntra. Sra. de
Montserrat han sido un magnifico punto de partida para reconducir el mío.
Por cierto, no quiero dejar de mencionar a la magnífica y
generosa cocinera.
A todas y cada una en
particular, de todo corazón, gracias.
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