Una venida real
Este domingo Gaudete enlaza muy
bien con la exhortación “Evangeli Gaudium” del Papa Francisco, publicada ahora hace
unas semanas. Es una exhortación genial, un documento que haríamos muy bien en
leer todos, es muy iluminador, muy fácil de leer, toca temas muy cercanos a todos nosotros, un
documento que pienso que si nos lo tomamos seriamente tiene una gran fuerza
transformadora, y está escrito por un pastor que quiere estar cerca de las ovejas.
Evangeli Gaudium quiere decir
“La alegría del Evangelio”. En el primer punto nos dirige estas bonitas palabras:
“La alegría del Evangelio llena el
corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan
salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.”
Es la alegría que nos quería
manifestar la primera lectura, innumerables veces utilizadas las palabras:
“alegría”, “gozo”, “gloria”.
En la oración colecta de este domingo hemos rezado diciendo: “Concédenos llegar a la Navidad, fiesta de
gozo y salvación”. Otra invitación a la alegría que nos hace la liturgia.
La suya es una venida real, no hacemos
teatro. La liturgia tiene esta capacidad de hacer que Él venga. Por tanto, ante
la inminencia de su venida, nos hemos de alegrar… Venida real = Alegría real.
En la primera lectura hemos escuchado:
“Decid a los cobardes de corazón:”Sed
fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en
persona, resarcirá y os salvará”. ¡Esto nosotros no nos lo creemos!
Pongo un ejemplo: alguien nos
explica un problema (corazones alarmados de los que habla el profeta), y nosotros
le haremos nuestros razonamientos humanos, naturales, pero nunca le diremos lo
que dice el profeta: “sé fuerte, no
temas. Nuestro Dios te ayudará, viene en persona y te salvará”.
La llamada del Adviento, es “Dios
viene”, la celebración de la Navidad, es “Dios con nosotros”, celebramos su presencia entre nosotros; una presencia
real, operante, transformadora. Y si es así ¿por qué no le decimos a quien nos
explica un problema: “sé fuerte, no temas, nuestro Dios te ayudará, viene en persona y
te salvará”?
Porqué tenemos poca fe, porque
tenemos poca experiencia de Dios, porque hay mucha mundanidad en nuestra vida. Mundanidad quiere decir que nos
pesan más las cosas del mundo que la vida espiritual. En la exhortación del
Papa, en el apartado “Tentaciones de los agentes pastorales” (nosotros) hace
una radiografía muy bien hecha de todo lo que nos incapacita para comunicar la
buena nueva. ¡¡Muy buena esta parte de la exhortación!!
Complemento de todo esto nos lo
da la segunda lectura, hablando de la acción de Dios dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida
del Señor.” Dios viene, Dios con nosotros, Dios que entra en la historia para
transformarla, pero hermanos y hermanas, la acción de Dios es sutil, suave, muchas
veces no es la que esperamos, y se produce siempre en medio del misterio. ¡Paciencia!
Importantísimo tener presente esto, sino podríamos acabar decepcionados del Señor:
“Dichoso aquel que no quedará decepcionado
de mí”.
Después de esta frase, San Jaime
pone un ejemplo genial: “El labrador
aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia
temprana y tardía”.
El labrador espera los frutos,
nosotros la acción de Dios. Y se nos pide paciencia. Si el labrador se pone a
mirar cómo va creciendo la planta no ve nada, por mucho que mire, la planta no se
mueve. Necesita paciencia. Igual nosotros muchas veces queremos ver a Dios actuar,
y Dios actúa lentamente, Dios da crecimiento a su ritmo, no al nuestro, nos
toca dejarnos conducir, modelar, confiar,... paciencia.
¿Y qué hace que crezca la
planta? Las lluvias primerizas y tardías... ¿Qué hace crecer nuestra vida
espiritual? La gracia de Dios, el don de Dios. En los Tiempos Litúrgicos fuertes
podríamos decir que la lluvia de gracias es más abundante, Dios da más, ¡¡aprovechémoslo!!
Pidamos mucho, esperemos mucho,...
Que la alegría del evangelio,
que la alegría de Jesús que viene, nos ayude a preparar el camino al Señor.
Mossén Francesc Jordana
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