Para salir de nuestras ritinas y vivir en esperanza
Empezamos un nuevo año litúrgico. Siempre es
motivador empezar cosas nuevas. Cuando empieza un año litúrgico, un nuevo
tiempo litúrgico, cambian muchas cosas: el color de la tela del ambón, de las
casullas, cambia la decoración (más austeridad, no ponemos flores), aparece la
corona de adviento, cambian los jóvenes que ahora hablarán mucho menos, cambia
el leccionario (empezamos el ciclo A), cambian los cantos, no cantamos el
gloria, cambia la teología, cada tiempo litúrgico tiene su teología, cambian los
aspectos a contemplar de la vida de Jesús,...
Todos
estos cambios podríamos decir que son un signo de los cambios que han de haber
en nuestro interior, en nuestra
espiritualidad. Nosotros también hemos de cambiar cosas... ¡¡Sería absurdo que
cambiasen tantas cosas para que en nosotros todo siguiera igual! Estos cambios,
nos dicen: “Tú también has de cambiar”.
Todos
tenemos una tendencia muy fuerte a la rutina, a que nuestra fe se haga rutinaria.
Y cada tiempo litúrgico es un grito que Dios nos hace para no caer en la
rutina. Cada tiempo litúrgico nos pide a nosotros una actitud diferente. ¡Dejemos
nuestras rutinas y entremos en las nuevas actitudes que nos pide el Tiempo de Adviento!
En este
sentido se expresaba San Pablo a los cristianos de Roma, con palabras
exhortativas, que quieren suscitar cambios: “Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del
sueño… dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas
de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni
borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias”.
No nos
conformemos en evitar el pecado y venir a misa. Entremos en el camino que la Iglesia
nos marca, vivamos al ritmo de la espiritualidad que ella nos indica. Pensemos
que si la espiritualidad de la iglesia es litúrgica, hace falta que nuestra
espiritualidad también lo sea.
No
pensemos “otra vez adviento”, sino pensemos “Dios viene”. No digamos “Dios ha venido”
–pasado-, ni tampoco “Dios vendrá” – futuro-. “Dios viene”, es un presente
continuo, una acción que se realiza siempre, pero que ahora queremos hacernos
especialmente presente. El nuestro es el Dios que viene.
Y ante
este Dios que viene, la llamada de la Iglesia, de la liturgia; “despierta”,
“vela”, “estate atento”. Porqué Dios viene a encontrarse con nosotros, a
visitarnos. Viene para estar con nosotros en todas las circunstancias de nuestra
vida. Dios siempre está en nosotros. Quiere venir, vivir en medio de nosotros y
permanecer con nosotros y en nosotros. ¡Dios viene y llama a nuestra puerta!
Dios viene
porqué desea eliminar las distancias que nos separan de nuestro hermano, viene
para llevar el don de la fraternidad, la concordia, la paz, viene para ofrecernos
una nueva oportunidad de conversión, de agradecimiento, de perdón, de desviar la mirada de nuestro ombligo y
descubrir a Dios y los demás, viene para que deje de quejarme por todo y empiece
a agradecer todo lo que he recibido...
Por eso,
el tiempo de adviento es el tiempo por excelencia de la esperanza, se nos
invita a mantener una espera vigilante y activa. Una esperanza que alimentamos con
la oración y con las buenas obras. Hemos pedido en la oración colecta a Dios Padre
poder acoger a Jesús que viene con buenas obras. “Acoger a Jesús con buenas
obras”, ¡qué frase!.
El adviento
es una nueva oportunidad para vivir actividades parroquiales con más intensidad:
el espacio de oración ante del Santísimo, la celebración
de la reconciliación antes de las misas, o en la
comunitaria, o pedir algún libro espiritual que nos
edifique en este tiempo litúrgico fuerte.
Hemos
de decidir cómo queremos vivir este tiempo de adviento. Es lo que nos decía San
Pablo: “daos cuenta del momento en que
vivís”, es adviento, Jesús viene, aprovéchalo, “ya es hora de despertaros del sueño”, advertencia contra la rutina.
“dejemos las actividades de las tinieblas
y pertrechémonos con las armas de la luz”, es preciso que dejemos ciertas
cosas que no nos hacen bien, y que cojamos nuevos hábitos para luchar contra el
maligno.
Jesús en el evangelio, nos habla
de actitud de vela, de estar despiertos, pendientes del Señor”: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis
qué día vendrá vuestro Señor. Por eso,
estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el
Hijo del hombre”.
Hemos de tomar decisiones de cara a poder vivir este
adviento. Nuestro deseo, nuestra pretensión ha de ser ir al máximo,
buscar la máxima radicalidad en el amor. Es la lógica evangélica, es el
dinamismo que va inherente a cada página del evangelio.
Francesc Jordana
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