«Mis filmes abren las puertas para que la vida sea más hermosa»

  No hay nada que me dé más envidia que la fe. Yo la tengo, pero, a veces, se quebranta duda a duda. Tal vez me hace falta ver de vez en cuando. O quizá sencillamente mirar. O encontrarme con personas que hayan visto y que compartan su experiencia conmigo. Como Juan Manuel Cotelo, artífice de la película religiosa más taquillera de la historia, «La última cima», y de la recién estrenada «La tierra de María» o «Mary's Land», porque la ha rodado en inglés, para que tenga menos fronteras, repleta de testimonios sobre la Virgen recogidos por todo el mundo. 
  Una película en la que el propio periodista, actor y director se convierte, ni más ni menos, que en el abogado del diablo. «En realidad –me cuenta Juan Manuel–, es un papel bastante frecuente. 
  En la primera entrevista que hice como abogado del diablo me sorprendió que cuando me presenté como tal me dijeran que había muchos como yo. El abogado del diablo es la persona a la que le cuesta creer. No es que no quiera, es que le cuesta mucho. Y lógicamente conmovido por un ánimo sensato, necesita comprender las cosas, y las pregunta sin miedo a la verdad. Ese personaje, en mi película, es alguien que quiere descubrir si todo esto de la fe es un cuento de niños fantástico con personajes maravillosos: ángeles, la Virgen María, Jesucristo que nació en un portalito... Llegado a una edad adulta quiere despejar la incógnita y saber si le han engañado y lo tiene que superar o si resulta que es verdad». 
  De alguna manera, Cotelo hace de sí mismo. Él tampoco ha sido educado para creer en los milagros a pesar de haber vivido desde niño en la fe. Y le pasa lo que a todos: que está acostumbrado a rezar igual que a comer o a respirar. Y que se ha casado por la iglesia y ha bautizado a sus hijos..., pero sin replantearse su fe sin miedo a la verdad, a las conclusiones que pueden ser positivas o negativas. «Sin embargo, en un momento de mi vida, diría que hace siete u ocho años, sí me replanteé mi fe. Así que, sin que sea una cinta autobiográfica, lo cierto es que ahora cuando la veo pienso ''te has retratado, macho''». 
  El camino de Juan Manuel por el sendero de las películas religiosas comenzó con el rodaje de «La última cima». En ella se «atrevió», ni más ni menos, que a hablar bien de un sacerdote. Concretamente de Pablo Domínguez Prieto, que murió en 2009 en un accidente al descender la cima del Moncayo. A partir de ese momento decidió que no había historia que mereciera más la pena ser contada que la historia de amor entre Dios y los hombres.  
  Nadie creía en su éxito, todos aseguraban que ese tema no interesaba, pero el impacto de «La última cima», que no fue sólo en las taquillas, sino también en la vida de las personas, donde se produjeron «milagros» como el surgimiento de vocaciones sacerdotales, las reconciliaciones familiares, los bautizos de niños y las renuncias a practicar abortos, cerraron todas las bocas. 
 Juan Manuel Cotelo no es un bicho raro. Está casado, tiene hijas, ha llevado una vida profesional en los medios de comunicación absolutamente normal... Pero de la noche a la mañana su vida ha cambiado. ¿Por qué? «Pues porque me he dado cuenta de que llevo 21 o 22 años dedicados a hacer reír a la gente básicamente y a hacer que se lo pasen bien, y no está mal, pero esto es un escalón más lejos. 
  Estas películas no sólo entretienen a las personas, sino que le abren puertas para que su vida se transforme en algo más hermoso. Entonces, ya no se compara con nada». La recién estrenada «La tierra de María» le ha llevado a recorrer el mundo de cabo a rabo para revisar los efectos de las apariciones de la Virgen, que es quien siempre se aparece. «Sí, es Ella quien se aparece y lo hace porque es madre. Yo soy padre, no madre, y sospecho que hay una diferencia abismal entre ambos. Pensar en una madre espiritual de todos los hombres es muy fuerte. Pensar que tengo una madre a la que tal vez no conozco ni trato, pero que está a mi servicio como lo está al servicio de sus hijos me hace abrir mi corazón a esa mujer que no veo. Y hago ese acto de fe de decir «creo que me estás mirando».
  No le pasa sólo a Juan Manuel, miles de peregrinos recorren el mundo para encontrarse con la Virgen en los lugares en los que se aparece. Allí se convierten, sienten, viven sus milagros particulares, pero sobre todo rezan y se llenan de paz. Conversando con ellos para «La tierra de María», Cotelo ha aprendido mucho de la fe y vivido momentos muy emocionantes, pero sobre todos ellos hay uno que recuerda con especial nitidez: «Fue en Fátima, el día 13 de mayo, por sorpresa. Yo no sabía que todos los años, al acabar la misa, hay un momento, diría que bastante espontáneo, en el que cantan sin instrumentos, a viva voz, una canción muy sencilla, mientras sacan un pañuelo blanco y lo agitan. Yo recuerdo estar mirando por el visor de la cámara y encontrar, de repente, la imagen invadida de pañuelos blancos y levantar la cabeza y ver alrededor a todo el mundo cantando. Me resultó tan conmovedor, tan bonito...»
 Juan Manuel Cotelo, hombre polifacético, periodista, actor, director y buena persona, que ha pasado por 8 universidades (dos como alumno y 6 como profesor nació en Madrid en 1966, está casado, tiene tres hijas y se siente especialmente orgulloso de ellas, de su esposa y de su madre. Se arrepiente de un sinfín de cosas «pero da igual –dice–. Ya no miro atrás, miro para adelante». Perdona siempre «sin esfuerzo» y olvida «también sin esfuerzo». A una isla desierta se llevaría a su esposa, «y, si hay billete para todos, también a mis hijas, si no ¡que se busquen novio!». Le encanta la lasaña que hace su mujer, el vino, la leche y el zumo de naranja. Suele soñar con volar, la película que ha marcado su vida es «La última cima», de mayor quiere quedarse como está y si volviera a nacer «sería lo mismo. Es que no elegí lo que soy»
Marta Robles, Periódico La Razón del 7 de diciembre

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