GRACIAS


A todos nos gusta, de vez en cuando, recibir un mail que simplemente nos dé las gracias por existir.
O nos alegra encontrarnos con alguien que nos muestre su afecto, sin esperar nada a cambio. 


También nos motiva vivir con personas que nos recuerden que nuestra vida merece la pena, aunque no estemos a la altura de los ideales, aunque no lleguemos tan lejos como quisiéramos, aunque no cumplamos las expectativas de los demás o las nuestras. 

Es agradable escuchar de vez en cuando la palabra «gracias»,aunque nuestro esfuerzo no lo haya merecido. Reconforta recibir un abrazo que nos pueda contener y comprender que nuestra vida ya merece la pena aunque no hayamos llegado a la cumbre. 


No obstante, sucede con más frecuencia que escuchamos todo lo que nos falta para estar a la altura. Recibimos quejas y reproches y nos acostumbramos a mirar más lo que aún nos falta que todo lo que ya hemos conseguido. 


Por eso es tan importante ser agradecidos.
Agradecer es un don y saca lo mejor de aquel a quien le damos las gracias. Aunque nos cueste hacerlo y estemos más habituados a corregir.
Nuestra forma de ser y nuestras palabras pueden representar un acto de gratitud para la vida de los demás o convertirse en un acto de constante queja y exigencia. Podemos lograr así sacar lo mejor o lo peor de las personas con las que compartimos el camino.

Jean Vanier decía hablando de la educación: «La educación consiste en ayudar a descubrir lo positivo que hay en las personas, para ayudarlas a entablar relaciones con los demás. Que descubran que son capaces de amar y de ser amados». Es el fin de toda educación, sacar del corazón lo más valioso. Lograr que nuestro amor enseñe a otros a amar. Hacer que todos vean el tesoro que llevan escondido en vasijas de barro y no se queden sólo en el barro.
Por todo ello es fundamental el agradecimiento. 


Agradecerle a Dios y a todos.

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