CREYENTES Y ATEOS



Hace pocos días me comentaba una persona que se declara más bien atea, que, a veces, viendo a los creyentes, se decía a sí misma: ¿y si todo lo que estos creen y esperan fuera verdad?
A mí me gustó su sinceridad, y yo le dije que, a contrapelo de lo suyo, en muchos momentos muy difíciles en mi vida me decía: “Mira que si no hubiera nada y todo eso fuera mentira…”
Llevamos dentro el sello de Dios y el deseo de Él nos lleva a que aparezcan estas preguntas, que son un eco de las que surgen a veces en el Antiguo Testamento: “Está Dios con nosotros, o no está”. Pero tanto la cuestión que me confiaba la persona del principio, como la que me he planteado yo, tienen la misma raíz: Dios no quiere ser evidente. Como decía Pablo a los atenienses en el Areópago, que felicitándoles porque habían llegado a poner un altar al “Dios desconocido” (Hch, 17, 23), les invitaba a “descubrirle” ya que, Él ha dispuesto la creación de los hombres “para que buscasen ” (17, 27). Esta búsqueda es la razón de ser de , por la que creemos sin ver. 
Para Dios, todo hombre o mujer que quiere creer ya es un creyente. Si repite con el salmista: “Tu rostro buscaré”, el Señor le irá abriendo el camino, puesto que es Padre, conoce nuestras debilidades, y “se acuerda que somos barro”. San Anselmo nos traza el camino que empieza con este deseo: “Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré”.
Mientras vivamos esta vida de Fe, procuremos llegar al final que es el amor. Amemos todo lo que recibamos de Dios y amemos y démonos a todas las personas con quienes tratemos. Amar es el mejor camino para no equivocarnos.
De todo corazón,
Rosario

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