SORPRESA DEL QMOR


   Sí, así se podría describir la experiencia de las 28 mujeres que a la escuela de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola han hecho la experiencia profunda de un Amor incondicional, extremo. Sedientas, encontraron la Fuente que mana y corre.
No todo estaba ganado de antemano. Cada una tenía su historia más o menos difícil: dificultades o separaciones matrimoniales, heridas profundas, la pérdida de seres muy queridos, decisiones importantes que tomar... 
 
   Algunas el primer día se las veía incluso temblar, preguntándose cómo pasaría la experiencia. “Lulú”, como habíamos decidido de llamar al “enemigo de la naturaleza humana” manifestó no estar contento. Alguna estuvo tentada del ‘síndrome de la maleta’, es decir, estaba dispuesta a irse y lo único que la retenía era haber traído a tres más: ‘sería un poco fuerte para ellas que yo me vaya”. ¡Lo que puede el respeto humano! Y la docilidad también: 
   “Venía a descansar, tranquilamente, y el Señor ha acrecentado el combate que libro conmigo misma día a día: En un momento ya no podía más. La hermana me obligó a decir ‘Jesús, confío en Ti’. Los nubarrones empezaron a disiparse y poco a poco he ido encontrando un sentido a ese combate. Veía claro desde hace tiempo las decisiones que debía tomar. Pero nunca las he tomado. Aquí el Señor me ha ayudado no solo a verlas sino a comprometerme”.
   Hemos palpado el poder del Amor de Dios, el poder de la oración, de la penitencia, el valor también de la docilidad, de la transparencia de alma hacia los que acompañábamos esta aventura espiritual.


   Aquella que se presentó diciendo “he venido para recibir un nuevo Bautismo”, no quedó defraudada. Hacía 6 meses había hecho (a sus 50 años) la primera comunión y había recibido el sacramento de la confirmación. Cada día me decía, “el agua va penetrando (el agua de la Vida divina), ¿cómo puede ser que Dios nos ame tanto? ¡es increíble!”

   La joven que venía para discernir si debía consagrar su vida al Señor o continuar su noviazgo no sólo encontró respuesta a su discernimiento sino que “el Señor decía, superó todas mis expectativas. Entre combates y gozos profundos he aprendido un montón de cosas sobre el Amor que Dios me tiene (sí sabía que Dios amaba a todos, pero no me terminaba de creer que me amara a mí). He encontrado profundamente la mirada de Cristo en Getsemaní


   Y aquella viuda que recientemente había perdido a su marido. “He mantenido el tipo desde entonces ante mis hijos, mis nietos. Y al llegar aquí, todo se me ha venido abajo me dijo la primera tarde algo inquieta del ritmo de la tanda”. Su rostro tenso, se iba serenando día a día hasta terminar radiante. Un día me dice en el pasillo “tengo que contarte un milagro” “Cuanto antes le respondí. Eso me interesa mucho”. “me casé con un hombre sensacional, alumno de los jesuitas. Antes de casarme me dijo ‘a partir de ahora seremos tres: Dios, tú, y yo, unidos como los ángulos de un triángulo. Un día durante la Misa comprendí que el Señor uniéndose a mí, me lo devolvía. No lo había perdido, mi marido está con el Señor y sigue estando conmigo conforme al contrato que hicimos y que yo había olvidado”.

  “Conocía al Señor, las cosas de la fe. Pero no creía poder tener una relación de corazón a corazón con El” decía otra.


   Y cuantas cositas más se podrían compartir de esta aventura formidable en clima de silencio, recogimiento, y de actividad interior profunda.
  Gracias por el apoyo de vuestra oración, que sé que muchos nos habéis acompañado.
  Y gracias sobretodo al Espíritu Santo y a la intercesión de la Virgen María que obran maravillas tan grandes en las personas que se ponen a tiro de la gracia.

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